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Bueno, papá dijo Nancy , ¿es en verdad necesario que os volváis a tomar el a vuestra casa? ¿No podríais quedaros con nosotros en una tarde que parece va a ser tan hermosa? El viejo señor Lammeter acababa de hablar con Godfrey del impuesto creciente para los pobres y de la ominosa época actual, de modo que no había oído la conversación de sus hijas.

Candiyú observaba el río con su anteojo, considerando que la creciente actual, que allí en San Ignacio había subido dos metros más el día anterior llevándose por lo demás su chalana sería más allá de Posadas, formidable inundación.

¡Qué estupor inmenso! ¡Qué agitación creciente en el fondo del ser moral, mientras el cuerpo se estremece, tiembla y aspira, mudo y angustioso, a separarse de la fascinación del abismo!

Cada media hora le hacía pasar á un nuevo círculo de podredumbre creciente, descender un peldaño en la descomposición animal. Al principio, los muertos eran del día anterior: estaban frescos. Los que encontró al otro lado del río llevaban dos días sobre el terreno; luego tres, luego cuatro.

¡Hum!... No baja ese palo casi nunca... Mediante una creciente grande, solamente. ¡Lindo palo! Te gusta palo bueno, a usted. Y usted lleva buen gramófono. ¿Conviene? El mercado prosiguió a son de cantos británicos, el indígena esquivando la vía recta, y el contador acorralándolo en el pequeño círculo de la precisión.

Palpábase, buscando consuelo, con sus manos secas y hallaba la misma suavidad y frescura. Aquella carne no se había marchitado. Bajo ella palpitaba la juventud, circulaba una sangre ardiente, ávida de goces, devorada por la creciente necesidad de las embriagueces del amor.

¡Oh! dijo Miguel un poco exaltado ¡aún podemos ser felices! ¡Si eso fuera verdad!... Pero no; yo no puedo ser para ti más que una madre... Miguel no quiso de modo alguno aceptar la maternidad. ¡Nada de madre... no, no... yo quiero ser tu amante... tu amante! Y repetía la frase con creciente animación, un poco trastornado ya.

Avanzaba lentamente, casi a tientas, por aquel camino hollado por las patas de los animales, repitiendo: «¿Quién está ahí? ¿Quién me llamacon creciente emoción y como si cada momento vacilara menos para reconocer al que le llamaba cuando le creía tan lejos. ¡Andrés! le dije por tercera vez cuando ya no le quedaba dar más que dos o tres pasos.

En su alma ingenua y sincera, ni aun la avaricia creciente y el culto de oro eran capaces de engendrar un solo vicio capaz de perjudicar directamente a nadie.

El orador terminó los últimos párrafos de su oración siempre con estas palabras: gustate et videte, gustate et videte! Al concluir, deseando la gloria eterna a todos, estaba pálido de fatiga. Algunas gotas de sudor se deslizaban por su frente espaciosa. Había dicho la última parte de su discurso con creciente agitación y entusiasmo que supo transmitir a los oyentes.