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He aquí por qué sus padres desconocían un mal que con el tiempo no hacía más que crecer, y finalmente, cayó enferma víctima de una cruel enfermedad, y en los accesos de delirio pronunciaba con frecuencia el nombre de Guillermo. Cuando la fiebre comenzaba a calmarse y Cornelia recobraba el sentido, su madre se sentaba a su lado y la interrogaba de nuevo.

Mas como no podéis ver Otra cosa, en cuanto mira El sol, más bella que Elvira, Ni otra cosa puede haber; Porque, habiendo de nacer De su hermosura, en rigor, Mi amor, que de su favor Tan alta gloria procura, No habiendo más hermosura, No puede haber más amor. ¡Ojalá, dulce señora, Que tu hermosura pudiera Crecer, porque en creciera El amor que tengo agora!

Mientras estuvo enferma meditó mucho: la fiebre exaltaba su imaginación, exacerbaba su aburrimiento, hacía crecer los agravios que creía haber recibido de su amante. Cuando se levantó del lecho estaba decidida a romper sus relaciones con él. Se hallaba harta de aquel sinapismo.

La fachada de Poniente es la más bella, y la Puerta de Ramos notabilísima. Su mediorelieve central, tan reproducido por el grabado y la fotografía, y que representa la Entrada de Jesús en Jerusalén, merece el nombre de prodigio artístico. Por lo demás, todas las fachadas de este bien situado templo presentan ventajosas perspectivas, que hacen crecer su hermosura y su importancia.

Sus progresos me inspiraron orgullo y cólera. Estos jóvenes sienten un verdadero fanatismo por la aviación, nacida después de ellos y que han visto crecer ante sus ojos de colegiales... Se marchó, y desde entonces no vivo. ¡Tres años, Miguel, tres años de tormento! Bien he pagado toda mi vida anterior. Aunque mis faltas hubiesen sido más grandes, las tendría expiadas con exceso.

Esto aumentó el ejército; pero aún debía crecer un poco más aquél, que empezó enano y debía ser gigante terrible, si no por su tamaño, por su fuerza.

No se podía vivir, como los cadáveres de los magnates faraónicos, en una tumba lujosa, ungidos de perfumes, rodeados de todo lo que sirve para el alimento y el sueño. Nacer, crecer, procrearse y morir no bastaba para formar una historia: todos los animales hacían lo mismo. El hombre debe añadir algo más que sólo él posee: la facultad de imaginarse el porvenir... ¡soñar!

El tío Goro de Canzana era un hombre solemne, instruído, que fumaba en pipa y dejaba crecer la barba por el cuello á guisa de corbatín. Hablaba poco, como todos los hombres que reflexionan mucho, pero sus palabras eran oráculos, sobre todo para su digna esposa la señá Felicia. No tenía más que una pasión en su vida: la lectura. Durante la semana no podía satisfacerla: las faenas agrícolas en que se ocupaba lo impedían. Pero así que llegaba el domingo solía darse un hartazgo que le dejaba consolado y esclarecido hasta el domingo siguiente. Después que salía de misa se pasaba por casa del capitán.

Cerca está la historia entera del cultivo del campo, en modelos de realce, y en cuadros y libros; y un pabellón de arados de acero relucientes; y una colmena de abejas de miel, junto al moral de hoja velluda en que se cría el gusano de seda; y los semilleros de peces, que nacen de los huevos presos en cajones de agua, y luego salen a crecer a miles por la mar y los ríos Los más admirados son los que vienen de ver las cuarenta y tres Habitaciones del Hombre.

Accedieron sus bienhechores a la demanda. Y Sinforoso se hizo al cabo columna del Estado en vez de la Iglesia, como deseaba el Perinolo. Mientras siguió la carrera de leyes con sobresalientes y premios al principio, notables después y aprobados al fin, emborronó algunos articulejos en los diarios de Lancia. Con esto se creyó en el caso de dejar crecer los pelos y ponerse lentes sobre la nariz.