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Volvió con Milagros a tiendas al día siguiente, con ánimo de no entrar en la de Sobrino, donde la gran tentación estaba; pero el Demonio arregló las cosas para que fueran, y he aquí que aparecen otra vez sobre el mostrador las cajas blancas, aquellas arcas de satinado cartón donde se archivan los sueños de las damas. El dependiente las sacaba una por una, formando negra pila.

En lo único que hace mal Melchor, es en querer alternar con esta gente, Rufino. Y otras cosas, niño, que me ha dejado comprender don Baldomero... ¡y cómo lo quiere este hombre!... ¡Como todos! ¿quién no ha de querer a Melchor? repuso Lorenzo. Así es, niño; pero vea, don Baldomero dice que usted puede mucho y que de no que le hable al patrón.

Pero la misma ofendida no extremaba mucho, como parecía natural, los anatemas contra el seductor, por cuya razón tuvo Maximiliano que redoblar su furia contra él, llamándole monstruo y otras cosas muy malas. Fortunata veíase forzada a repetirlo; pero no había medio de que pronunciara la palabra monstruo.

La crítica asesina precede además a toda inspiración y te la mata. No haces mil cosas porque te parecen tonterías; otro las hace, y medra. En cambio, lo que haces por parecerte discreto, o mal comprendido, o juzgado sólo por el éxito, que suele ser deplorable, parece tonto a todo el mundo. »Tal es, en resumen, mi teoría.

A la mujer le reparten tarea como a todas, o la emplean en otras cosas, según lo dispone la comunidad.

La credulidad de la buena señora expandíase en ingenuos asombros ante los embustes y exageraciones que se permitía Maltrana para estremecer su alma inocente. «¡No diga! exclamaba doña Zobeida . ¡Vea!... ¡Qué cosas!» Y cuando ella no estaba presente, Isidro prorrumpía en elogios de su candor. Era para él la mejor persona de a bordo.

1 Después de estas cosas vino [la] palabra del SE

Neluco, que también le llevaba, pero en una de las pistoleras de su silla, se sonrió al observar el movimiento y conocer mis intenciones, y me dijo: No irán tan allá las cosas, esté usted seguro de ello.

Dejé, como fray Gerundio, los estudios y me metí a predicador; es decir, me hice militar en obsequio de la patria. En la campaña perdí la carrera, la paciencia y un ojo; y las circunstancias me dejaron tuerto y capitán: sabe el cielo que para ninguna de estas dos cosas servía.

El novelista, en cuanto hombre, ve las cosas estereoscópicamente, en profundidad; pero, en cuanto artista, está desprovisto de medios con que reproducir su visión. No puede pintar: únicamente puede describir, enumerar. La misión de ver con mayor profundidad, delicadeza y emoción y enseñar a los otros a ver de la propia suerte, le toca al pintor.