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Luego las direcciones sin la existencia de los cuerpos, son cosas puramente ideales; luego un cuerno solo, tampoco las tendria, fuera de su propia extension. Si existiese un cuerpo solo, ¿podria Dios darle movimiento? Negarlo, parece una limitacion de la omnipotencia; concederlo, es destruir todo lo que se ha dicho contra el espacio distinto de los cuerpos.

33 oirás desde los cielos, desde la habitación de tu morada, y harás conforme a todas las cosas por las cuales hubiere clamado a ti el extranjero; para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu Nombre, y te teman como tu pueblo Israel, y sepan que tu Nombre es invocado sobre esta Casa que he edificado yo.

Ea, pues si no viene Rossini, no los meto y saco todo el cuerpo fuera. Y entraba Plácido y le contaba mil cosas divertidas, que siento no poder reproducir aquí.

4 Por tanto, si hubiereis de tener juicios de cosas de esta vida, poned por jueces a los más humildes que están en la Iglesia. 5 Para avergonzaros lo digo. ¿Pues qué, no hay entre vosotros sabio, ni aun uno que pueda juzgar entre sus hermanos?

Y mientras voy pienso todas estas cosas y me dedico un aplauso por mis dotes de lógico y filósofo. Llego al Español cuando están a mitad de un acto. No si entrar en la sala o permanecer en el vestíbulo hasta que acaben. Me decido por entrar; procuro no molestar con el ruido de mis pasos. Al sentarme suena una larga salva de aplausos. Yo miro al escenario y también aplaudo.

Con una sola de las cosas que habéis dicho, señor Velasco contestó Ramiro con sorna, cualquier hombre se hiciera rey del mundo. ¡Rey del mundo, rey del mundo... Raimundo! musitó pensativamente su interlocutor.

Solo, inteligente, ávido de saber y con tiempo libre, Lázaro estudió y observó cada vez con más ansia. Todas las perspectivas en que puede dilatar su mirada el entendimiento humano fueron presentándole dificultades e incertidumbres, y en confuso desorden invadieron su espíritu impresiones contrarias, dándose al mismo tiempo a su razón ideas justas y apreciaciones erróneas. De cada sistema recogió una palabra distinta, y de ninguno la verdad: unos le atormentaban con sus fraseologías de tecnicismos ingeniosos que dan nombre de cosas reales a creaciones del espíritu, afirmando lo que no demuestran; otros le decían que el hombre es fuerza y materia nada más, un reloj con cuerda para cierto número de años, que suele por su genio adelantarse al tiempo en que vive, que se retrasa por la ignorancia, que puede arreglarse cuando se descompone, pero que al fin se rompe; unos todo lo fundan en ideas, otros todo lo basan en hechos. Y cuando tales pensamientos le absorbían, parecía que una vocecilla burlona, desde un rincón de su cerebro, se le acercaba al oído, aconsejándole que arrojase los libros y se dejara de filosofías y estériles monólogos, que no habían de darle un grano de trigo ni una gota de agua.

Cosas ha hecho este caballo y en peligros se ha visto que honrarían á cualquiera, y si porque es viejo lo desprecian los demás, yo, que le aprecio porque le apreciaba mi padre... ¿Y quién es vuestro padre? Mi padre era... Bien; pero su nombre... Jerónimo Martínez Montiño, capitán de los ejércitos de su majestad.

JOAQUÍN. ¡Soltera! Si yo no me casara contigo, tendrías ocho mil pretendientes por semana. Vestiré muy bien, protegeré las artes, seré una gran señora. Te diré... Mi casa va a tener que ver, porque no entrará en ella nada que no sea de lo más escogido. No has de ver ni cosas vulgares, ni tapicerías chillonas, ni objetos de mal gusto, ni cosa alguna que se vea en otra parte.

Confusa y ruborizada, Bettina llamó en su ayuda a su hermana, que tuvo gran trabajo para volver a poner las cosas en orden. Cuando quedó así reparada la catástrofe nadie pudo impedir a Bettina que se precipitara sobre los platos, cuchillos y tenedores. Pero, señor le decía a Juan, yo muy bien poner la mesa.