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Graf los hubiese descubierto? Sin duda que suministran datos importantes y fehacientes, que aclaran no pocos puntos históricos, y esto es una gran cosa; pero proporciona tanta fatiga el estudiarlos, descifrarlos y traducirlos, que no si el resultado obtenido compensará nunca la fatiga.

Comencé a leerla, y al punto di con lo que yo más me temía...: la idea, ¡la diabólica idea! Allí estaba, saltándome a los ojos como chispa de volcán. Toda la carta no era otra cosa que el aliño estimulante en que venía preparada. ¡Qué astucia de Satanás!

Yo estaba presente... y te digo que ya estaba pensando en mandar que trajeran árnica... Milagros, que ahora no puede encargarle nada a Eponina porque su marido no le pagaba las cuentas, compró las telas y llevó a su casa una modista para hacerse un par de trajes de verano... ¿Qué cosa más natural?

Por desgracia a un sexto pretendiente que reunía las cualidades más raras, extraordinarias y completas, se le antojó de improviso colocarse en el número de mis adoradores. ¡Ay! ¡cosechaba yo lo que había sembrado! pues desde mi entrada en la sociedad no había hecho otra cosa que pregonar, que pensaba casarme lo más pronto posible. Hízome llamar mi tío y tuvimos una larga conferencia.

Véanse algunos ejemplos: »De sentir soledad de una persona o cosa, como en el lugar que anoto.

Y como iba tentando si era allí el mesón, adonde él rezaba cada día por la mesonera la oración de la emparedada, asió de un cuerno, y con un gran sospiro dijo: "¡O mala cosa, peor que tienes la hechura! ¡De cuántos eres deseado poner tu nombre sobre cabeza ajena y de cuán pocos tenerte ni aun oír tu nombre, por ninguna vía!" Como le lo que decía, dije: "Tío, ¿qué es eso que decís?"

-Todo lo creyera yo -respondió Sancho-, si también mi manteamiento fuera cosa dese jaez, mas no lo fue, sino real y verdaderamente; y vi yo que el ventero que aquí está hoy día tenía del un cabo de la manta, y me empujaba hacia el cielo con mucho donaire y brío, y con tanta risa como fuerza; y donde interviene conocerse las personas, tengo para , aunque simple y pecador, que no hay encantamento alguno, sino mucho molimiento y mucha mala ventura.

Arrodillada junto a una de las celosías vio una joven pálida con hábito del Carmen. No era una señorita; debía de ser una doncella de servicio, una costurera, o cosa así, pensó el Magistral.

Las olas, enormes, amarillas, venían de tres o cuatro partes diferentes y se rompían en un torbellino de espumas. En este momento, Larragoyen, quitándose la boina, dijo: Un padrenuestro por el primero de nosotros que se ahogue. Confieso que la cosa me hizo muy mal efecto. Rezaron todos; yo miraba a lo lejos.

Pero así que aquellos desvergonzados pasaban de las palabras a las obras tocándole la cara o pellizcándole, ya estaba descompuesto, perdía enteramente los estribos y no decía cosa intencionada ni siquiera razonable. Superfluo es añadir que, conociéndole el flaco, todas las bromas terminaban en esta forma.