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¿Vos torpe? ¡Si no os entiendo!, á no ser que el decálogo del amor empezase de esta manera: el primero, amar á la condesa de Lemos sobre todas las cosas. Bien decís que sois torpe; el decálogo del amor debía decir: el segundo no galantear en vano. Porque que en vanísimo enamoro, digo que viniendo á la corte, me entierro.

De aquellos parientes, enamorados los más en secreto tiempo atrás, cada cual según su temperamento, hizo su corte Emma, que cada día despreciaba más a su marido, a quien sólo estimaba como físico, y sentía más vivo el cariño por los de su raza.

La verdura del jardín parecía una esmeralda caída en la arena, un oasis de bosquecillos de lilas que ya se marchitaban y de azucenas que comenzaban a abrirse, perdido en las áridas llanuras que por el lado del colegio rodean a la corte de España.

A los quince, libre ya de ayos y maestros, era el sietemesino más galán que aspiraba a afeitarse, y dirigía cotillones en los grandes salones de la corte; a los veinte, era un afortunado tenorio de mala ley, que hacía gala en el Veloz Club de sus aventuras escandalosas; a los veinticinco, era un perdido aristocrático, elegante, modelo, que no retrocedía ante una estocada de mentirijillas, ni ante un steeplechase, ni ante un copo de veinte mil duros, y derrochaba los millones de su mujer con la misma facilidad con que la varilla encantada de un mágico hace fluir del centro de la tierra tesoros escondidos y guardados por gnomos y salamandras.

Aquellos que van sobre cubas con ruedas y velicómenes en las manos, dando carcajadas de risa, son sus gentiles hombres de la copa, que han sido taberneros de Corte primero.

Inexplicables mortales, exclamó, ¿cómo podéis juntar con tanta torpeza tanta elevacion, y tantas virtudes con tantos delitos? Declaróse en breve la paz, y los caudillos de ambos exércitos, que por solo su interes habian hecho verter la sangre de tantos semejantes suyos, se fuéron á solicitar el premio á su corte respectiva, puesto que ninguno habia ganado la victoria.

El dia siguiente lunes el Rey tuvo tambien convite, y el martes, miércoles y jueves los infantes convidaron á S. M. y toda la corte en sus posadas.

Me detalló la etiqueta de la Corte de Ruritania, prometiendo hallarse constantemente a mi lado para indicarme los personajes a quienes yo debía conocer y la mayor o menor ceremonia con que convenía recibirlos y tratarlos. Y a propósito me dijo, ¿supongo que es usted católico? No por cierto contesté.

Grandes bailes, grandes saraos, en salones suntuosísimos; las señoras vestidas de corte, los caballeros cubiertos de casacas; los diplomáticos relumbrantes de oro galonado; los militares con más cruces que un cementerio. Pasa el rey.... unos se inclinan, otros se yerguen militarmente, que es una forma de inclinarse. Pasa la reina..., reverencia general hasta el suelo.

Propongo esto á V. E., pero como ignoro las ideas de nuestra Corte, y lo que ofrecen los Portugueses relativo al tiempo de salir á demarcar, temo que podrá ser mi propuesta no admisible. V. E., á quien consta todo lo que hay sobre la materia, podrá resolver lo que fuere conveniente. Nuestro Señor, &c. Exmo. Señor D. Nicolas de Arredondo. Al mismo, sobre la demarcacion. Exmo. Señor: