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La ocupación de mis negocios es tan grande que no tengo lugar para rascarme la cabeza, ni aun para cortarme las uñas; y así, las traigo tan crecidas cual Dios lo remedie.

Diciendo esto, cogió una navaja, llegóse al sepulcro de su esposo bañándole en llanto, y se baxó para cortarle las narices; pero Zadig que estaba tendido en el sepulcro, agarrando con una mano sus narices, y desviando la navaja con la otra, se alzó de repente exclamando; Otra vez no digas tanto mal de Cosrúa, que la idea de cortarme las narices bien se las puede apostar á la de mudar la corriente de un arroyo.

Buscar otro Romagné, y repetir la operación; pero ya habéis experimentado los inconvenientes de este sistema, y, si queréis creerme, será mucho mejor que recurramos al método indio. ¿A cortarme la piel de la frente? ¡eso jamás! Prefiero mandarme hacer una nariz de plata. Hoy día se fabrican bien elegantes, por cierto dijo el doctor.

puesto sobre un caballo de madera, pareció encima de la sepultura de la reina el gigante Malambruno, primo cormano de Maguncia, que junto con ser cruel era encantador, el cual con sus artes, en venganza de la muerte de su cormana, y por castigo del atrevimiento de don Clavijo, y por despecho de la demasía de Antonomasia, los dejó encantados sobre la mesma sepultura: a ella, convertida en una jimia de bronce, y a él, en un espantoso cocodrilo de un metal no conocido, y entre los dos está un padrón, asimismo de metal, y en él escritas en lengua siríaca unas letras que, habiéndose declarado en la candayesca, y ahora en la castellana, encierran esta sentencia: "No cobrarán su primera forma estos dos atrevidos amantes hasta que el valeroso manchego venga conmigo a las manos en singular batalla, que para solo su gran valor guardan los hados esta nunca vista aventura". Hecho esto, sacó de la vaina un ancho y desmesurado alfanje, y, asiéndome a por los cabellos, hizo finta de querer segarme la gola y cortarme cercen la cabeza.

La iracunda exaltación de Juanita no podía sostenerse y se trocó pronto en abatimiento y desconsuelo. ¡Ay Dios mío! exclamó . ¡Ay María Santísima de mi alma! ¿Qué va a ser de si hace él alguna tontería muy gorda, se tira por un tajo o se mete fraile? Entonces que tendré yo que meterme monja. Pero yo no quiero meterme monja. Yo no quiero cortarme el pelo y regalárselo a doña Inés.

Si le veía, se lo señalaría inmediatamente a toda su banda con el dedo, diciendo en alta voz: «¡Miradle, es un espía!» «Tendré que dejar de llevar gafas y cortarme la barba pensó Krilov . Si pierdo la vista, ¿qué le vamos a hacer? Además, el médico quizá se engañe y puede que yo no necesite gafas. En cuanto a la barba... verdaderamente no me cambiará mucho el quitármela.

Por lo demás nada importa que me hagas morir traspasada la cabeza con un clavo, ó el pecho con una lanza, atadas las manos por detrás, estendidos ó juntos los brazos por delante, boca abajo, encorbado, de pie, ó levantado del suelo: que me mandes matar en mi lecho, ó cortarme la cabeza fuera de él con la espada ó con la segur, reclinado sobre un tajo, ó que me empales, pongas en cruz ó me quemes á fuego lento: que me entierres vivo, me precipites de un peñasco ó me sumerjas en el profundo mar.

212 Le coloriaron las motas con la sangre de la herida, y volvió a venir jurioso como una tigra parida. 213 Y ya me hizo relumbrar por los ojos el cuchillo, alcanzando con la punta a cortarme en un carrillo. 214 Me hirvió la sangre en las venas y me le afirmé al moreno, dándole de punta y hacha pa dejar un diablo menos.

Tampoco me había pasado nunca lo que me pasa ahora, cortarme, sentir que quiero ser atrevido y no puedo. Le voy a decir una galantería intencionada, y me sale una simpleza. Me infunde un respeto que jamás conocí.

Salté sobre una silla, trepé al alféizar y me deslicé hacia el jardín, con gran pasmo de mi tía, que se había plantado en la puerta para cortarme la retirada. Declaro que fingí escaparme, pero que en realidad me quedé escondida detrás de un laurel y que caí en un acceso de júbilo sin igual, oyendo los reproches del cura y las furibundas exclamaciones de mi tía.