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Las aguas del Guadalquivir por una parte talaban las riberas, llevando consigo las casas, los árboles, las gentes i los ganados, i por otra la peste destruia las ciudades, cortando con la mayor presteza el hilo de muchas vidas. E comenzaron á sentenciar para quemar en fuego. E sacaron á quemar la primera vez á Tablada seis hombres é mujeres que quemaron.

De modo que cortando oblicuamente el yerbal, prosiguieron su camino, hasta que un nuevo alambrado contuvo a la pareja. Costeáronlo con tranquilidad grave y paciente, llegando así a una tranquera, abierta para su dicha, y los paseantes se vieron de repente en pleno camino real. Ahora bien, para los caballos, aquello que acababan de hacer tenía todo el aspecto de una proeza.

¿No me había usted dicho que iba el domingo a Argicourt, padrino? preguntó de repente, cortando un período que ni siquiera había oído. ¿A Argicourt?... ¡Ah! , perfectamente. Un arriendo que renovar. Si usted no tiene inconveniente, aprovecharé su coche para hacer la visita de despedida al castillo. Concedido, ahijado; si eres bueno, guiarás a la Gris.

Además, que si no hubiera sido por ti, se habría quedado cojo para toda la vida. En este momento entró el duque y, cortando el hilo a los desahogos de agradecimiento en que Stein se deshacía, le dijo a su mujer: Vengo a pediros un favor: ¿me lo negaréis, María? ¿Qué es lo que podremos negaros? se apresuró a contestar Stein.

772 Y gangoso con la tranca, me solia decir: "Potrillo, recién te apunta el cormillo, mas te lo dice un toruno: no dejés que hombre ninguno te gane el lao del cuchillo." 773 "Las armas son necesarias, pero naides sabe cuándo; ansina, si andás pasiando, y de noche sobre todo, debés llevarlo de modo que al salir, salga cortando."

Los soldados manejaban picos, abriendo aspilleras en la pared, cortando su borde en forma de almenas. Otros se arrodillaban ó sentaban junto á las aberturas, despojándose de la mochila para estar más desembarazados.

Si la ría pudiera ruborizarse no dejaría de hacerlo al oírse calificar tan hiperbólicamente de inmensa llanura, si no es que creyéndolo broma de mal género lo echase a mala parte y se enojase seriamente. De todos modos, el viento se encargó de vengarla arrebatando de improviso el sombrero del inspirado cantante y cortando el arroyuelo, por no decir el torrente, de su voz.

¡Pepet!... ¡Atlot! Una voz femenina sonó a lo lejos, como un cristal, cortando el denso silencio de las primeras horas de la tarde, cargado de vibraciones de calor y de luz. Sonaba cada vez más fuerte, al repetirse, como si se aproximase a la torre.

Pocas capitales de Europa parecían tan hermosas. Al frente, la enorme masa del Palacio Real, con sus pilastras salientes cortando las negras filas de ventanas. A un lado, la colina del Príncipe Pío, coronada de cuarteles; al extremo opuesto, la cúpula de San Francisco el Grande y el Seminario.

Al enfocar en la carretera, obediente a una agradable voz del interior, refrenó de repente los caballos y esperó respetuosamente mientras Tomasito saltaba del coche por orden de la maestra. La otra mata: no aquélla, Tomasito. El interpelado sacó su cuchillo nuevo, y cortando una rama de una alta mata de azalea, volvió con ella hacia doña María. ¿Adelante? Adelante.