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Para lo delicado tienen mujeres en esas obras de platería, para limar las piezas finas, para bordarlas como encaje, con una sierra que va cortando la plata en dibujos, como esas máquinas de labrar relojes y cestos y estantes de madera blanda.

El hombre era libre y podía escaparse del tirón de los muertos, organizando su vida con arreglo a sus deseos, cortando el lazo de esclavitud que le soldaba a estos déspotas invisibles. Cesó de soñar; se sumió en la nada con el placer íntimo y silencioso del trabajador que descansa después de una jornada provechosa.

Le aseguro por mi honor, que me ultraja. Tenga á bien reflexionarlo. Sus suposiciones no reposan sobre ninguna verosimilitud. Yo no he podido preparar de ninguna manera la perfidia de que me acusa, y sobre todo, aunque lo hubiera podido, ¿cuándo le he dado el derecho de creerme capaz de ello? Todo cuanto de usted me da ese derecho exclamó cortando el aire con su látigo.

Guardó un momento silencio Quevedo, y luego dijo con voz sonante y hueca, cortando los versos de una manera acompasada, y dándoles cierta canturía: Dióme Dios, por darme mucho, con una suerte perversa, cabeza dos veces grande, y pies para sostenerla. Vine al mundo como soy, aunque venir no quisiera; la culpa fué de mi madre, que no se murió doncella.

Don Martín tenía a su madre enferma y no abandonaba el convento. El Vara de plata estaba satisfecho de Luna viéndolo solo. Creía que era él quien había repelido a los discípulos, cortando de este modo sus peligrosas conversaciones, para restablecer el buen orden en el claustro.

El dependiente principal, que le conocía bien, un jerezano muy chistoso, decía del señor Cepeda que se pasaba el tiempo cortando papeles para llevarlos al retrete, o haciendo punta a los lápices lo más despacio posible para obtener el gusto de aparecer ante su familia como atareado. Hasta en eso era mezquino, porque hacía las puntas de los lápices cortas y cortaba los papeles pequeños.

Desde mi sitio contemplaba yo las idas y venidas de un anciano que circulaba tranquilamente por las alamedas. Todo el día estaba podando los árboles, cavando, regando, cortando las flores marchitas con minucioso esmero.

Ha muerto lo mismo que un pájaro decía con largas pausas, cortando las palabras con sollozos . Su madre lo tenía sobre las rodillas.... Yo trabajaba... «¡Antonio, Antonio! me grita ; veas qué tiene el chico; mueve la boca, hace muecasAcudo. Tenía la cara ennegrecida... como si la cubriese un velo.

El sacerdote requirió una explicación. Pero Adriana, arrepentida, repuso con indiferencia: , por casarme, como se casa casi todo el mundo, padre. El sacerdote la absolvió. Ella llamó a Raquel. Regresaron a pie, cortando por la plaza Libertad para seguir por la calle Cerrito. Pero a mitad del camino Adriana quiso doblar hacia la izquierda, una cuadra, para cruzar la Avenida Quintana.

Se aproximaba ya la hora del almuerzo y se disponían a levantar el vuelo de aquel delicioso sitio cuando Visita percibió un leve ruido a su espalda. ¿Quién anda ahí? preguntó a Cirilo. Una pobre mujer respondió éste. ¿Qué hace? Me parece que anda recogiendo plantas. En efecto, con una raída navajita aquella mujer iba cortando cardillos y guardándolos en una falda.