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Luego, pegado á ella, se deslizó cautelosamente temblando de ser reconocido y cuando estuvo lejos se dió á correr locamente hacia su posada.

Créeme: estos aires no son los mejores para hacer sangre honrada a los niños. ¡Ah, si yo pudiera hacer correr los años a mi gusto! Pero en tu mano está purificar los aires, que es lo mismo. ¡Tunante! ¿Por qué me lo llamas? Porque lo eres..., con algo más que no quiero llamarte ahora, porque te lo está llamando la conciencia con mejor derecho. ¡Injusta!

Hullin, el doctor Lorquin y Luisa se habían marchado con los del Sarre. Catalina Lefèvre dirigía en persona la operación de cargar la galera, tirada por cuatro caballos, de pan, carne y aguardiente. Todo era ir y venir, correr y ayudar a hacer los preparativos. Robin no pudo contar a nadie lo que había presenciado.

Era hombre de tan mala puntería que no daba ni al viento... De vuelta en Madrid, había empezado aquella vida matrimonial reglamentada, oprimida, compuesta de estrecheces y fingimientos, una comedia doméstica de día y de noche, entre el metódico y rutinario correr de los ochavos y las horas.

El almirante Coello, que mandaba el navío Santiago, enterado del estado en que se encontraban los españoles los atendió con toda clase de recursos, haciendo quedase al mando de la fuerza que se organizó, el capitán de los antiguos tercios D. Juan Santiago; este, como buen soldado, de genio aventurero, de pronta y decisiva acción, de resistente naturaleza y de un valor y tesón á toda prueba, comprendió que las contemplaciones eran el verdadero foco donde se incubaban las hostilidades y la guerra, así que, dejando correr sus instintos en armonía con sus antiguos hábitos de campaña, reforzó el fuerte, levantó empalizadas, acumuló materiales y vituallas, y una vez asegurada la retirada, principió su obra de conquista talando cuantos campos se le oponían y quemando las rancherías que mostraban resistencia.

No creas que vas a engañarme para echar a correr con esa señora, Dios sabe dónde. Te he encontrado y no te dejo. Quiero que lo sepas todo: tu madre en cama; yo, avisado por ella de lo ocurrido, saliendo en el primer tren a encontrarte; toda la casa en revolución, creyendo en el primer instante en un robo, y la ciudad llevándote en lenguas tal vez a estas horas.

Fue la condición que habían de correr una carrera de cien pasos con pesos iguales; y, habiéndole preguntado al desafiador cómo se había de igualar el peso, dijo que el desafiado, que pesa cinco arrobas, se pusiese seis de hierro a cuestas, y así se igualarían las once arrobas del flaco con las once del gordo

Viendo centellear suavemente en lo alto del cielo una estrellita azulada, sentí correr por las mejillas dos lágrimas.

»¡Vete! ¡vete! grité a Carlos. »Por mi parte, tuve buen cuidado al entrar en mi estancia de cerrar por dentro y correr cuantos cerrojos tenía la puerta, persuadiéndome que de este modo evitaría el que la cólera de mi tío llegase hasta .

No, señora dijo la omnipotente charlatana, sobre todo cuando se tiene hija o nieta casaderas. Y viendo a lo lejos a una de sus amigas, saludó con prisa a la abuela para correr a la recién llegada y emprender con ella el chisme del día. Abuela, me pones en evidencia dije furiosa por las murmuraciones de que era objeto. No te importe, hija mía dijo la abuela siempre filósofa.