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En tan crítica situacion, y fuera de con un suceso que tal vez iba á decidir de la suerte del pais, trató Bolívar sin embargo de sostenerse, y lo hizo asi durante tres dias; pero al saber que los españoles de Valencia se dirigian ya hácia alli y que sus puestos avanzados se pasaban al enemigo, antes de abandonar Puerto-Cabello quiso tentar fortuna y mandó á su encuentro unos 200 hombres con los coroneles Mirés y Jalon.

Dorrego conocía el espíritu de los veteranos de la Independencia, que se veían cubiertos de heridas, encaneciendo bajo el peso del morrión, y, sin embargo, apenas eran coroneles, mayores, capitanes, gracias si dos o tres habían ceñido la banda de general, mientras que en el seno de la República, y sin traspasar jamás las fronteras, había decenas de caudillos que en cuatro años habían elevádose de gauchos malos a comandantes, de comandantes a generales, de generales a conquistadores de pueblos y, al fin, a soberanos absolutos de ellos. ¿Para qué buscar motivo al odio implacable que bullía bajo las corazas de los veteranos? ¿Qué les aguardaba después de que el nuevo orden de cosas les había estorbado hacer, como ellos pretendían, ondear sus penachos por las calles de la capital del Imperio?

En seguida ordenó que Francisco de Paula Santander, ascendido al grado de general de brigada, con Jacinto Lara, varios excelentes oficiales y los tenientes coroneles granadinos Antonio Obando, Francisco Vélez, Joaquin Paris y Vicente Gonzalez, con armas, municiones y demás pasase á Casanare como jefe de operaciones de un cuerpo avanzado que alli debia formarse y mantenerse para, mas adelante, invadir la Nueva-Granada y devolverle la libertad de que Morillo la habia privado.

Cuando los Aguilares , los Coroneles y los Fernandez de Córdoba habitaban este castillo, resonaban en su torre de homenage ¡cuántos juramentos de fidelidad noblemente cumplidos; en sus altos salones cuántos clamores de júbilo los dias de cacería, de fiestas, de bodas; cuántas bendiciones en su soportal embovedado, adonde acudian los pobres de la comarca; cuántos gritos de victoria y sinceros parabienes por todo su ámbito, desde los baluartes esteriores hasta los elevados chapiteles de las torres, cuando sus dueños volvian triunfantes de las sangrientas lides con los infieles! ¡y cuántos ayes lastimeros no se habrán exhalado de sus fuertes muros cuando murieron uno tras otro en Algeciras aquellos dos hermanos, los ricos-hombres D. Gonzalo y D. Fernando Ibañez de Aguilar, sus bizarros señores!

Cuando se apellidaba general y tenía coroneles a sus órdenes, hacía dar en su casa, en San Juan, doscientos azotes a uno de ellos por haberle ganado mal, decía; a un joven doscientos azotes, por haberse permitido una chanza en momentos en que él no estaba para chanzas; a una mujer en Mendoza que le había dicho al paso, «adiós mi general», cuando él iba enfurecido porque no había conseguido intimidar a un vecino tan pacífico, tan juicioso, como era valiente y gaucho, doscientos azotes.

Á cerca de 9.500 hombres ascendian las fuerzas del virey, mientras que no llegaban á 6.000 las comandadas por el general republicano; pero bien combinado y hábilmente dirigido el plan de batalla, los realistas fueron deshechos completamente, quedando en poder de Sucre, además de Laserna, 15 generales, 16 coroneles, 68 tenientes coroneles, 484 oficiales, 3.200 soldados, cabos y sargentos, 11 piezas de artilleria, gran número de fusiles, municiones y en fin, todos los pertrechos de guerra pertenecientes al enemigo, que habia sido puesto en el caso de rendirse por capitulacion.

Un grito de horror sale de entre aquel coro de ángeles, que se escapa como una bandada de palomas perseguidas por el halcón. ¡Los habían fusilado, en efecto! ¡Pero cómo! Treinta y tres oficiales, de coroneles abajo, formados en la plaza, desnudos enteramente, reciben parados la descarga mortal.

El General don Pantaleón García fué el único que en tan crítico momento se encontraba en su puesto de Maypajo, Norte de Manila; pues los Generales Noriel, Rizal y Ricarte y los coroneles San Miguel, Cailles y otros, estaban fuera, disfrutando de sus licencias. El General Otis, segun informes verídicos, telegrafió á Washington que los filipinos habían agredido al ejército americano.

Creo que lo inventó la de Delille, pues te advierto que las dos son muy amigas. Es generala como otros pueden ser coroneles. Don Marcos no reparó en esta maldad. Atilio se mostraba esta noche de mal humor, con los nervios excitados, deseoso de morder. Debía haber perdido en el juego.

Confirmábanse de dia en dia las noticias, de que un ejército de los rebeldes, compuesto de 18,000 indios y engrosado por varias partidas de Atuncolla, Vilque y Totorani, se hallaba ya en el pueblo de Juliaca, distante solo nueve leguas de Puno, á las órdenes del mestizo teniente general, nombrado por el rebelde, Ramon Ponce, y los coroneles, Pedro Bargas y Andres Ingaricona, quienes dejaban derramada por todas partes la sangre española, sin distincion de sexos ni edades, pues á cuantos animaba alguna parte de ellas eran víctimas de su crueldad y furor.