United States or Brazil ? Vote for the TOP Country of the Week !


La vieja tenía razón; esto güele a palos. Otro curioso iba también de grupo en grupo, oyendo las conversaciones. Era Alcaparrón, con el doble sombrero hundido basta las orejas, moviendo su cuerpo, con femenil contoneo, dentro del traje haraposo. Los gañanes acogíanlo con risas. ¿

O cuando, ciertos domingos, las demás niñas iban a casa de alguna conocida a pasar la tarde, doña Andrea se entraba sola en la habitación, con Leonor de la mano, y allí a la sombra de aquellos tomos, sentada en el sillón en que murió su marido, se abandonaba a conversaciones mentales, que parecían hacerle gran bien, porque salía de ellas en un estado de silenciosa majestad, y como más clara de rostro y levantada de estatura; de tal modo que las hijas cuando volvían de su visita, conocían siempre, por la mayor blandura en los ademanes, y expresión de dolorosa felicidad de su rostro, si doña Andrea había estado en el cuarto de los libros.

Unos parecían seguir mudamente las conversaciones interrumpidas de sus amos; otros se mantenían apartados con timidez o con orgullo.

El silencio era a la sazón la necesidad más apremiante que sentían los vecinos de Nieva allí congregados. El menor ruido era considerado como acto sedicioso y castigado inmediatamente con un chicheo amenazador. Estaban prohibidas las toses y los estornudos, y con penas más aflictivas aún la risa y las conversaciones. Se sudaba muchísimo, aunque la noche no era de las más templadas de otoño.

En varias conversaciones que tuve con el Padre Atanasio, ya muy viejo y que me estimaba y quería mucho, logré entender y rehacer en mi mente la historia toda de la imagen y de cuanto a ella se refiere. Y como es curioso y no redunda en perjuicio, sino más bien en honra de mi padre, voy a dejarlo consignado por escrito en el archivo de nuestra casa.

Sus actos de caridad y de humildad no sólo llenaban de asombro a las personas que vivían cerca de ella, sino que se esparcían ya por toda la villa, sirviendo de ejemplo edificante a jóvenes y viejos y de terna a las conversaciones de sacristía.

El efecto tierno y particular con que Eppie habíase criado bajo sus ojos, en una intimidad casi inseparable, ayudado por la soledad de su habitación, la había preservado de la influencia perniciosa de las conversaciones y de los hábitos de las gentes de la aldea.

Distraido con estas ideas, no se fijó en los grupos de estudiantes que tan de mañana volvían de la ciudad como si se hubiesen cerrado las aulas; menos aun pudo notar el aire preocupado que tenían algunos, las conversaciones en voz baja, la señas misteriosas que entre cambiaban.

Era, sin duda, objeto, de parte de miss Percival, de atenciones y favores especiales; gustábale a ella hablar larga, muy largamente a solas con él... mas ¿cuál era el eterno, el inagotable tema de estas conversaciones? ¿Juan, aún Juan, y siempre Juan? Pablo era ligero, disipado, frívolo, pero volvíase serio apenas se trataba de Juan; sabía apreciarlo, sabía amarlo.

«Bien estás donde estás, pedante belicoso», pensaba Desnoyers, acordándose de las conversaciones con su amigo el ruso. ¡Lástima que no estuviesen allí también todos los Herr Professor que se habían quedado en las universidades alemanas, sabios de indiscutible habilidad en su mayor parte para desmarcar los productos intelectuales, cambiando la terminología de las cosas!