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Ahora ha llegado la ocasión de contártelo, y veremos qué juicio formas. Lo que puedo asegurarte es que ya no hay más. Esto que te voy a decir es el último párrafo de una historia que te he referido por entregas. Y se acabó. Asunto agotado... Pero es tarde, hija mía, nos acostaremos, dormiremos y mañana... vii

En fin, para que no te rías y para que no pienses que pretendo lucir mi estilo poético, te diré que llegué a Lisboa. Durante la navegación, sin embargo, tuve una aventura harto notable. Y como este escrito tiene trazas de confesión general, no me parece bien que se quede en el tintero, y voy a contártelo aquí aunque me exponga a tu reprobación y a tu censura.

Me creí amenazado de la eterna historia de una seducción vulgar; pero, prefiriendo oírla a verla emborracharse, me dispuse a escuchar, y ella siguió de este modo: Voy a contártelo. En primer lugar, yo no me llamo Elvira: mi verdadero nombre es Nicolasa. Soy de un pueblo de cerca de Madrid.

Yo no iré, sin embargo, en ciertas cosas, tan lejos como va ella; pero estamos enteramente conformes en cuanto a lo principal, que es muy grave; tanto, que necesitas conocerlo, y lo vas a conocer sin tardanza, por mucho que te duela oírlo y a me aflija el contártelo.

MANRIQUE. ¿Quieres que te lo diga? LEONOR. , lo quiero. MANRIQUE. Ningún temor real; nada que pueda hacerte a ti infeliz ni entristecerte causa mi turbación... mi madre un día me contó cierta historia, triste, horrible, que no puedes saber, y desde entonces como un espectro me persigue eterna una imagen atroz... no lo creyeras, y a contártelo yo, te estremecieras. LEONOR. Pero...

En su casa no encontró novedad; digo, : encontró una, que bien pudiera llamarse maravilloso suceso, obra del subterráneo genio Samdai. A poco de entrar, díjole Doña Paca con alborozo: «Pero, mujer, ¿no sabes...? Deseaba yo que vinieras para contártelo... ¿Qué, señora? Que ha estado aquí D. Romualdo. ¡D. Romualdo!... Me parece que usted sueña.

¿De quién, entonces?... ¡Desgraciado!... ¿De quién, entonces? exclama Franz Maas en el cual se despierta una terrible sospecha. Cierra la puerta y siéntate dice Juan. Voy a contártelo todo. Pasan las horas. La tempestad sacude las hojas de las ventanas. El aceite crepita en la lámpara que humea. Los dos amigos están sentados, con las miradas fijas uno en el otro.

Es verdad Petrona: la satisfacción es la única cosa que aumenta dando participación; todas las demás cosas disminuyen repartiéndolas. Cuando a me nombraron presidenta de las «Hermanas de Santa Catalina» no pude parar un momento en casa. En seguida vine a contártelo. Y de aquí me fuí a casa de otras amigas con el mismo fin. ¡Es tan grato recibir parabienes, enhorabuenas, congratulaciones!