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Después el pirata murmuró casi dormido ya: Deben estar contentos, porque he hecho muy bien las cosas: ¡un navío de trescientas toneladas y tres docenas de españoles! creo que no se puede pedir más; sin embargo, no es conveniente que se acostumbren; eso va bien de cuando en cuando, porque, después de todo, es bueno reír un poco. ¡Away!... ¡Away!... ¡Adelante!... ¡Adelante!

La faz del duque se oscureció. Luego dijo entre risueño y enfadado: ¡Pero, hombre; que no estén ustedes jamás contentos sino sacándole a uno el dinero! Y al mismo tiempo echó mano al bolsillo y sacó la cartera. M. Fayolle sonreía siempre, diciendo que lo sentía, porque el señor duque era un pobrecito y no le gustaba echar a nadie a pedir limosna, etc., etc.

Pero mi hermano, mi hermano mayor querido me perdona ¿verdad? Y si necesita pruebas, si quiere que sufra penitencias, hable, mande, verá como obedezco. Mas no extraño haber querido tanto tiempo lo que la Santa declara haber querido también «concertar vida espiritual y contentos y gustos y pasatiempos sensuales». Ahora esto se acabó. Usted dirá por dónde hemos de ir; yo iré ciega.

La escritura es un postizo que los afea, que los ridiculiza más de una vez, y están contentos con su fealdad y su ridiculez. El genio tiene sus arcanos, como tiene el abismo cavidades ocultas, y aquí encuentro yo uno de sus arcanos más curiosos.

Tal vez algún día nos bendeciréis si acontece un cataclismo; si, como afirma no sabemos quién, el mar se derrama de uno al otro polo cada diez mil años. Os daréis por muy contentos de encontrar estas islas australes que os servirán de punto de refugio. »Preciso es confesarlo añaden; aunque por desgracia se perdiesen en esto sitio algunas embarcaciones, nuestra obra es útil, buena y grandiosa.

Terminados sus negocios, se ocupaba de Mauricio. ¿Qué tal había trabajado? ¿Estaban contentos de él en el instituto? ¿Había estudiado sus lecciones? ¿Á qué había jugado en el recreo? Comía con el muchacho, que le daba conversación.

¡Absurdo! dijo don Fermín ; esta tarde al campo... al Vivero.... ¡A comer, a comer! gritó la Marquesa desde la puerta del salón donde acababa de recibir la noticia. ¡Santa palabra! exclamó el Marqués. Cada cual dijo algo en honor del nuncio, y todos hablando, gesticulando, contentos, «sin ceremonias», que eran excusadas en casa de doña Rufina, pasaron al comedor.

La comida continuaba y en todas las mesas subía poco á poco el tono de las conversaciones. Era la hora benéfica en que los estómagos contentos reparten por todo el ser una especie de beatitud. Maugirón estaba benévolo y no se burlaba de Frecourt. El mismo Sorege, sentado en la mesa grande, bastante lejos de los dos amigos, sonreía, menos enigmático que de costumbre.

Desta manera quedaron todos contentos, alegres y satisfechos, y la nueva de los casamientos y de la ventura de la fregona ilustre se extendió por la ciudad, y acudía infinita gente a ver a Costanza en el nuevo hábito, en el cual tan señora se mostraba como se ha dicho.

Lo que hace creer se hallan contentos en su retiro aquellos españoles, supongo serán los superiores, y que aquellos signos de papeles, &a. serán de la plebe, que, oprimida, desea sacudir el yugo. Sin embargo cuando por órden de Nuestro Exmo.