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Está bien; cada cual tiene los suyos y yo no tengo ningún derecho para preguntar los de usted. Se volvió a la sala y no me dirigió la palabra en toda la noche. Cuando se marchó le ofrecí la mano, pero fingió no verlo y se contentó con saludarme fríamente.

El muerto era un perdido, la trataba mal; ahora la pobre muchacha compara... y no sabe qué hacer para tenerme contento. Ya habrás visto lo hacendosa y lo limpia que es. , tiene su casa como antes estaba la mía. De modo que siguen aburriéndote a fuerza de disgustos.

Pues, mira; como vuelva a verte otra vez con ella, no me contento con lo que hoy hice... ¡Os clavo a los dos con una navaja! Ya te librarás de hacer nada de eso, ni presentarte siquiera delante de cuando esté hablando con otra mujer gritó el joven cada vez más enfurecido. ¡En cuanto te vea con esa pendanga! ¡Alza! ¡ya verás! ¡ya verás!

Cualquier cosa que Burton Blair me haya dicho ha sido en la más estricta confianza exclamé, ofendido por el entrometimiento de aquel individuo, pero, sin embargo, contento interiormente de haber tenido la oportunidad de conocerlo y poder tratar de cerciorarme de sus intenciones.

Si quiere darme algo, se lo agradeceré; si no me da nada, me contento con la botella: un regalo de príncipe... Váyase, Robledo; este sitio no es para usted. Pero él permaneció inmóvil, deseando excitar su memoria para saber algo más de su misterioso pasado. ¿Y Canterac?... ¿Encontró usted alguna vez al capitán Canterac?...

Oidme; por vos perdono á vuestro hermano y tomo sobre toda la culpa de lo ocurrido, ya que yo misma fuí en busca del peligro. ¿Estáis contento? ¡Cuán dignas de vos son esas palabras! En ellas hallaréis sin duda más placer que en vuestras primeras ideas de venganza. Movió ella la cabeza en señal de duda y al mirar á lo lejos lanzó una ligera exclamación que revelaba más sorpresa que placer.

Además se consideraba feliz porque Ra-Ra parecía contento. La fe de éste en la victoria de los hombres había acabado por sentirla ella igualmente, traicionando por amor los intereses de su sexo. Ahora creo de un modo indiscutible, gentleman dijo en voz baja , que Ra-Ra no se equivocaba al hablarnos de su triunfo.

En los primeros momentos, la contemplación le divirtió, como a cuantos miraban a la muchacha; pero eso duró poco, y no tardó en caer de nuevo en su mal humor. No tenía motivos para estar contento. Al contrario. Volvía del liceo, donde era profesor, cansado, con el estómago vacío; el tranvía estaba repleto, y no había posibilidad de sentarse y leer el periódico.

Sus ojos azules, ampliamente rasgados, fijábanse sobre con un aire de contento inexplicable, en tanto que yo descifraba penosamente las líneas oblicuas de la carta que estaba concebida en estos términos: Señorita: ésta tiene por objeto decirle que desde el día en que nos hablamos en el arenal después de vísperas, mis intenciones no han cambiado y que me desespero por saber las suyas; mi corazón, señorita, es todo suyo, como deseo que el de usted sea todo mío, y si esto sucede, puede estar segura y muy cierta, que no habrá alma viviente más dichosa, ni en el Cielo ni en la tierra, que la de su amigo que no firma, pero que usted sabe quién es, señorita.

Federico se mostraba contento y hasta orgulloso de su matrimonio, y él no tenía derecho á intervenir en la vida doméstica de los otros. Además, sus sospechas bien podían ser el resultado de su falta de adaptación natural en un salvaje al verse en plena vida de París. Elena era una dama del gran mundo, una mujer elegante de las que él no había tratado nunca.