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Lucero de nuestra salvación al despedimiento que hizo Nuestro Señor Jesucristo de su Madre, pasos muy devotos y contemplativos estando en Betania. Por Ausias Izquierdo Zebrero; en Sevilla, por Fernando Maldonado, año de 1532.

Así conoció a Leticia Espinosa y a Sagrario Miralta, vástagos ambas de la más encumbrada aristocracia española, las cuales habían entrado en el colegio un año antes que ella. Leticia, contra lo que su nombre declaraba, era una morena triste, o, mejor dicho, serena y algo fría, como esos días de otoño, de poco sol, de que tanto gustan los espíritus contemplativos y melancólicos.

Cuando las necesidades del servicio hacían transcurrir junto a esta barrera a las camareras rubias, de limpio delantal y albo gorro, los mozos contemplativos parecían desesperarse y un rumor de palabra mascadas y de relinchos contenidos agitaba su cuerpo.

Y por último, para el provecho que a los demás hombres puedan traer estos bienes y regalos de los espíritus contemplativos, quiero añadir una consideración de gran peso; a saber, que en ninguna creencia, en ninguna doctrina, se ensalza tanto como en la nuestra la dignidad humana, el ser del hombre, prescindiendo de su valer accidental.

Entonces, si bien con pena de interrumpir aquellos arrobos y éxtasis contemplativos, tocó en el hombro á D. Carlos y le dijo casi á la oreja: Perdóneme V. que le distraiga de sus devociones y que turbe la visión beatífica de que sin duda goza; pero me urge hablar con V. Hágame el favor de venir conmigo, que tengo que hablarle de cosas que le importan muchísimo.

Dejé yo entonces mis éxtasis contemplativos y piqué a mi dócil y resignada cabalgadura, que arrancó trotando a la querencia de la otra. Pocos pasos antes de llegar yo al punto en que me aguardaba el espolique, volvióse éste hacia ; y tendiendo el brazo derecho en dirección opuesta, me dijo con cierta solemnidad que entonaba muy bien con lo señalado por su mano: El Puertu.