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Esta es una tradición se atrevió a decir cuando el rústico acabó su relato. Ya comprenderá usted, señora, que aquí nadie acepta tales cosas. Así lo creo contestó gravemente la hermosa desconocida. Traición o no, Don Rafael gruñó el ermitaño con descontento así lo contaba mi abuelo y todos los de su época, y así lo cree la gente. Cuando tanto se ha dicho, por algo será.

Contaba con algo por el estilo al disponer el programa del festín, y aun en los comienzos de éste anduvieron bastante ajustados a la palpable realidad sus cálculos de tantos días; pero el vuelo inesperado que tomaron las peroraciones de tantos y tan ilustres comensales; aquel mezclarse los panegíricos de sus virtudes cívicas y políticas, de sus altísimos merecimientos personales, con las cuestiones más candentes de la actual gobernación del Estado, en boca de los hombres que tenían en sus manos los destinos de la patria; aquel cielo de esplendores y de gloria; aquella radiante apoteosis a que se le elevaba de pronto y por tales gentes; todo aquello, que levantaba cien codos por encima de sus cálculos, aunque no de sus «nobles ambiciones», era más que suficiente para dar al traste con la serenidad de un estoico, cuanto más con la de un hombre como él, tan trabajado por «los acontecimientos» y hasta por los achaques y los años.

De estas dos primas, la una, Julia, era todavía niña; la otra contaba apenas un año más que nosotros, se llamaba Magdalena y acababa de salir del convento en que se había educado.

Treinta y tres contaba cuando en el año cuarenta asistió a la boda de la reina de Inglaterra, acompañando al enviado extraordinario de la corte de España, y los mismos tenía cuando, en 1853, presenció la de su sobrina Eugenia de Guzmán con el emperador Napoleón III; casamiento desigual, messa alianza humillante que reprobó en absoluto el tío Frasquito, por no satisfacerle de todo la prosapia de Bonaparte, y aunque nunca llegó a relegar al nuevo sobrino a la categoría de los espurios, tampoco consintió en designarle de otro modo que con el nombre de mi sobrino el conde consorte de Teba .

Y aun prometíase encontrar amargos goces en estas evocaciones de la dicha perdida, y, contaba con disfrutar cierta dolorosa voluptuosidad al soñar su imaginación con aquella retrospectiva existencia.

Contaba Pez estas cosas a Rosalía con gran vehemencia, y ella le oía con interés vivísimo y con lástima.

Esta Patagonia, ahora desierta, verá usted qué linda se nos pone dentro de unos años, cuando sus tierras sean regadas. Fué una verdadera suerte que su aspecto pareciese tan feo á los de Europa. Por eso es nuestra aún y no nos la han robado. Y contaba á Rojas lo que había leído en periódicos y libros.

Cuando volvía en conocimiento la beata, contaba cosas estupendas á sus amigas, y relataba sus conversaciones con Luzbel, y las confidencias que éste les hacía en las cuales trataba con la mayor llaneza de las cosas pasadas, presentes y futuras, dejando tales relaciones con la boca abierta á todos los incautos que las oían.

Recuerdo que en momento de llegar a Consuelo, en las circunstancias que dentro de poco diré, hablábamos de Viena y ella me contaba alguna de las anécdotas características de la princesa de Metternich... Luego seguía la marcha el ministro inglés, plácido, tranquilo, culto y resignado, llevando a little Georgy en los brazos.

La tristeza le tenía dominado y abatido de tal suerte, que apenas despegaba los labios; pasaba las horas componiendo una gran misa de requiem que contaba se tocase por la caridad del párroco en obsequio del alma de su difunto padre; y ya que no podía decirse que tenía los cinco sentidos puestos en su obra, porque carecía de uno, diremos que se entregaba a ella con alma y vida.