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Teniente Coronel D. Bernabé San Martin, Sargento Mayor del batallon de artilleria, denominado la Union; el Sr. Dr. D. Manuel Belgrano, Abogado de los Reales Consejos, y Secretario del Real Tribunal del Consulado; el Sr. Coronel urbano D. Gerardo Esteve y Llac, Comandante del batallon de artilleria la Union; el Sr. Dr. D. Juan José Castelli, Abogado de esta Real Audiencia; el Sr.

Ir de Bilbao á Portugalete era entonces un viaje que sólo osaban emprender los atrevidos, tomando pasaje en las barcas que se llamaban carrozas. La góndola del Consulado, del famoso tribunal de comercio, era la única embarcación que surcaba la ría con frecuencia. Los gabarreros, intermediarios obligados de todo comercio, prosperaban rápidamente, y Olaveaga era el pueblo más rico del Nervión.

Su hermana le escribía desde Berlín, valiéndose de un Consulado sudamericano en Suiza. Esta vez la señora Desnoyers lloró por alguien que no era su hijo: lloró por Elena y por los enemigos. En Alemania también había madres, y ella colocaba el sentimiento de la maternidad por encima de todas las diferencias patrióticas. ¡Pobre señora von Hartrott!

Prior del Real Consulado, D. Antonio Piran, se dijo: Que se conformaba con el voto del Sr. D. Manuel José de Reyes. Por el Sr. D. José Hernandez, se dijo: Que igualmente se conforma en todas sus partes con el voto del Sr. D. Manuel José de Reyes. Por el Sr.

Oberhof, 4 de julio de 1911. Gonzalo de Quesada José Martí, por Miguel Tedín La Nación, Buenos Aires, diciembre 1.º de 1909 Encontrele en su despacho del consulado oriental en Front Street, una de las antiguas calles de la gran metrópoli y apenas llamé a la puerta se adelantó a recibirme diciéndome: ¿Es usted el señor Tedín?

Esta fué la visita del grave historiador francés á la capital de Andalucía, y los estudios que para su famosa obra del Consulado y el imperio hizo en ella. La inauguración del teatro de San Fernando fué un verdadero acontecimiento, y al recuerdo de aquella gran temporada de 1847-48, bien merece que dedique algunas líneas antes de terminar este libro.

Despues de la revolucion de Febrero, que echó por tierra á Luis Felipe, el Palacio de Luxemburgo abrió sus puertas á Luis Blanc, que explicó allí el socialismo á los obreros. De modo que ha sido alternativamente Palacio de la Monarquía, del Directorio, del Consulado, del Senado, cárcel y cátedra socialista. Visitemos ahora el cuartel de Inválidos. No lo debo ocultar.

Aquel señor gordo que ahora le alaba y le habla de la conveniencia de un consulado chino en Manila dando á entender que para ese cargo no podía haber otro que Quiroga, es el señor Gonzalez que se firma Pitilí cuando en las columnas de los periódicos ataca la inmigracion china.

Tambien merece traerse á este lugar el informe del consulado de Manila de 5 de Febrero de 1833, en el cual se indican »las graves dificultades que traia y presentaba la novedad dicha, y de que nacerian nuevos perjuicios reales al comercio por el gravámen que se le impone, y poco menos que seguro el estravío de sus contestaciones á la correspondencia que recibiesen

Pánfilo, ya que los eternos dioses, Por el secreto fin de su juicio, No te han hecho tribuno ni patricio, Con que a la dignidad del César oses, Razón será que el ánimo reposes, Haciendo en ti oblación y sacrificio; Que dicen que no acudes a tu oficio Estos que cortan lo que no coses. Los ojos vuelve a tu primer estado: Las togas cose, y de vestillas deja; Que un plebeyo no aspira al consulado.