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Sus compañeros le detuvieron y aconsejaron que no fuese, siquiera por no publicar su inhabilidad y simpleza. En fin, tales razones le dijeron, que aunque no le consolaron, le obligaron a quedarse.

39 Y viniendo, les rogaron; y sacándolos, les pidieron que se saliesen de la ciudad. 40 Entonces salidos de la cárcel, entraron en casa de Lidia; y habiendo visto a los hermanos, los consolaron, y se salieron. 1 Y pasando por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde estaba la sinagoga de los judíos.

Partiéronse a Valladolid marido y mujer, durándoles bastante tiempo la amargura de no llevarse al chiquitín con sus hermanos; pero a los cuatro meses se consolaron algo, porque doña Manuela volvió a declarar que estaba en cinta. El cambio de aires debió tener la culpa. Antes del año, don José era padre de otra criatura.

El autor, que estaba a mi lado, pálido como un muerto, se desahogó con algunas palabrotas groseras y se fue al cuarto de Pepe en vez de el de Clotilde, donde sus amiguitos le consolaron, echando la culpa del fracaso a aquélla y encendiendo más y más la ira que rebosaba de su corazón.

Y el Conde supo cumplir su firme decisión. Conquistas más fáciles le consolaron y distrajeron de aquel ligerísimo contratiempo. Mil veces más mortificado quedó en esto el orgullo de Elisa que el del Conde. Poco acostumbrada Elisa a que los galanes desistieran tan pronto de pretenderla y se retirasen además con tan glacial reposo, se sintió algo picada, si bien disimuló el pique.

32 Judas y Silas, como ellos también eran profetas, consolaron y confirmaron a los hermanos con abundancia de palabra. 33 Y pasando allí algún tiempo, fueron enviados de los hermanos a los apóstoles en paz. 34 Mas a Silas pareció bien el quedarse allí. 35 Y Pablo y Bernabé se estaban en Antioquía, enseñando la palabra del Señor y anunciando el Evangelio con otros muchos.

11 Y vinieron a él todos sus hermanos, y todas sus hermanas, y todos los que antes le habían conocido, y comieron con él pan en su casa, y se condolieron de él, y le consolaron de todo aquel mal que el SE

En Montevideo pudo enterarse de los reveses sufridos por su patria y de que el Imperio ya no existía. Sintió vergüenza al saber que la nación se gobernaba por misma, defendiéndose tenazmente detrás de las murallas de París. ¡Y él había huído!... Meses después, los sucesos de la Commune le consolaron de su fuga.