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Podía haber dejado á su hija una fortuna inmensa; pero el minero era hombre de acción más que de administración, y se gozaba en emprender cada año un nuevo negocio, abandonando los mejores provechos de los anteriores á los consocios fríos y marrulleros que quedaban á sus espaldas.

Parecía imposible que un hombre pudiera vivir tranquilo en tal estado de trampas y enredos. Sin embargo, nuestro gallardo joven vivía con la misma admirable serenidad de espíritu e idéntica alegría de corazón, y como él otros muchos de sus amigos y consocios según tendremos ocasión de ver, tan arruinados aunque no tan gallardos.

Yo... no lo que pongo en el negocio, pero seguramente pondré algo, pues entro en él, y mis consocios parecen contentos de tenerme en su compañía. Echóse a reír Ojeda con tal fuerza, que su espalda chocó con la barandilla, doblándose hacia la parte exterior. «¡Maltrana banquero! ¡Maltrana fundador de un Banco, cuando apenas tenía unas pesetas para desembarcar!...»

Estuvieron separados unos días, y esto bastó para que Colón sospechase que Martín Alonso había tenido de los indios noticias de mucho oro e iba a buscarlo por su cuenta, como un amigo infiel. ¡Disputa de consocios que se temen y se vigilan!... Y el caso fue que iguales riquezas encontraron el uno y el otro... ¡nada!

Después, mientras Celinda pensaba en su padre, los dos consocios iban repasando mentalmente su actual prosperidad. Centenares de agricultores procedentes de todos los países de Europa habían adquirido parcelas de la tierra regada, para formar sus huertas llamadas «chacras». El enorme precio que el agua había dado al suelo era pagado á plazos por los colonos, en el curso de diez años.

Acepté con gusto la oferta; asistí algunos jueves a la sesión, y vencida la timidez natural del provinciano, llegué a intervenir en algún debate, si no con éxito lisonjero, por lo menos con la tolerancia benévola de mis consocios.

Trabajado por las sugestiones de sus primos, le bastó una pequeña disputa con uno de los directores de la casa armadora para ofrecer su renuncia, sin que lograsen hacerle retroceder los ruegos y explicaciones de los otros consocios. En los primeros meses de su existencia terrestre, extrañó la inmovilidad desesperante de las cosas. El mundo era de una rigidez y una dureza antipáticas.