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Aun no habia transcurrido un siglo desde este hecho glorioso, y ya vemos á D. Pedro 2.º el Católico coronarse y ungirse con magnífico aparato en 3 de noviembre de 1204 en Roma, á donde pasó desde la Provenza con cinco galeras y buena armada de navíos, llevando consigo mucha gente principal de aragoneses, catalanes y provenzales.

A dos jornadas de camino dió dicha gente en una pequeña Ranchería de Guarayos de sesenta almas, que condujeron consigo al pueblo de San Juan Bautista, á donde llegaron sanos y salvos el Sábado Santo del mismo año.

Abrigaba la certidumbre de que Soledad, á solas consigo misma y así que tropezase con las primeras consecuencias de la miseria y desamparo en que había quedado, reflexionaría sobre su falta, se arrepentiría de ella y, depuesto todo orgullo, vendría humillada á pedir que la admitiese de nuevo en su casa.

Gonzalo le prometió interponer su influencia; le dejó entrever con reticencias más o menos claras, un éxito lisonjero, jactándose del poder que sobre ella ejercía. Hasta entonces todas las indicaciones que la hiciera, habían sido atendidas. «Creo que si yo no consigo llevar a remate la empresa, ninguna otra persona podrá intentarla» concluyó por decir en un rapto de expansión y de orgullo.

Dice que la forcé, y miente, para el juramento que hago o pienso hacer; y ésta es toda la verdad, sin faltar meaja. Entonces el gobernador le preguntó si traía consigo algún dinero en plata; él dijo que hasta veinte ducados tenía en el seno, en una bolsa de cuero.

Todo se arreglará indicó doña Lupe en tono conciliador , si consigo quitarte de la cabeza esas humaredas. Porque tienes sentimientos honrados, tienes buen juicio... Pero siéntate. Me da fatiga de verte en pie.

Con esto quedó Fernan Jimenez de los mas bien librados capitanes de esta empresa, y el que solo permaneció en dignidad, y escapó de fines desastrados. Deja el Infante nuestra compañía, y lleva consigo á Montaner despues de entregar la armada.

Y sin esperar respuesta, dio media vuelta y salió de la casa a toda prisa, temiendo sin duda que su tía le agarrase por los faldones. Bien claro explicaba él su conducta, chismorreando consigo mismo: «Yo no defenderme con palabras; yo no puedo hablar, y me aturullo y me turbo sólo de que mi tía me mire; pero me defenderé con hechos.

Y las cinco deellas eran prudentes: y las cinco, locas. Las que eran locas, tomando šus lamparas, no tomaron azeyte conšigo. Mas las prudentes tomaron azeyte en šus vašos juntamente con šus lamparas. Y tardandoše el ešpošo, cabecearon todas, y durmieronše. Y

Ocurriósenos entonces la idea de ponerlas en música, y tan bien se adaptaba a ellas la tonadilla que compusimos, que las palabras penetraron en nuestra memoria con las notas, y ya no podían salir de allí las unas sin arrastrar consigo las otras. Vir vóllen trínken bier.