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No puedes negar que eres un veterano de la Independencia. Tienes la misma pasta que los vencedores de Maratón y de Platea. Mas por Júpiter, que no te dejo hablar otra palabra si no consientes en reposar un poco el calor y tomar algún corto refrigerio. Cedió de buen grado D. Félix, porque se hallaba un poco cansado y hambriento. El señor de las Matas llamó con las palmas de la mano.

, vengo a libertarte de los suplicios que aquí padeces; pero es preciso que consientas en ello...; ¿no consientes?

¿Derecho?... El tiene carrera...; le prefieres porque es guapo, le consientes todos sus caprichos y le das dinero.... Descargó un puñetazo sobre la mesa, con toda la reciedumbre de sus puños potentes, y platos y copas saltaron con estruendo y destrozo. ¡Está borracho! dijo Narcisa con desprecio. El se revolvió como una fiera, y le tiró a la cabeza su bastón de cachiporra.

¡Justicia clamaba , justicia! ¡Justicia al pueblo... favor, madre mía del Amparo! ¡Virgen de la Guardia!, ¿pero cómo consientes esto? ¡La palabra, la palabra, la palaaaabra... los derechos que... matar a los oficiales, a los oficia!... Un principio de fiebre y delirio se traslucía en la incoherencia de sus palabras. Su cabeza se trastornaba y aguda jaqueca le atarazaba las sienes.

Quiero dar por supuesto que conoces las potencias de su alma, las cuales, en su efusión, han creado para ella un cuerpo tan hermoso; pero la esencia eterna de esa alma misma, que es lo que yo amo y por lo que soy amado, está en un punto inaccesible para ti. EUMORFO. ¿Consientes que me valga de un símil? PROCLO. Valte de cuantos símiles se te ocurran.

¿Aquí? chilló la señora; se te ha dicho que no pases de la puerta, ¡y lo consientes, Susana! El no tiene la culpa, naturalmente. ¡Si Bernardino estuviera en casa, él te ajustaría las cuentas, vagabundo! Agapo, sin decir palabra, embistió al hueco que dejaba libre la corpulencia de misia Gregoria en la puerta, y salió al vestíbulo, empujando a la cuñada sin miramientos.

Quedaron largo rato Aresti y Sánchez Morueta, con la cabeza baja, como anonadados por el incidente. El doctor fué el primero en romper el silencio. Pepe, adiós dijo con voz triste, abandonando su asiento, y tendiendo una mano á su primo. Yo no te pregunto como tu mujer «¿y consientes esoAl fin es tu esposa y con ella has de vivir. ¡No te vayas así! exclamó el millonario con ansiedad.

Después me ha rogado te pregunte si consientes en que sea presentado en esta casa. Eso es otra cosa respondió poniéndose repentinamente seria. Yo no puedo impedir que sea presentado aquí; pero, como mi consentimiento podría implicar que tengo gusto en que nos visite, no estoy dispuesta a dárselo. No se trata de que lo aceptes por novio se apresuró a decir Gonzalo.

Para una millonaria era este el más refinado de los insultos. ¿Has oído, Pepe? gritó mirando á su esposo. ¿Y consientes estas atrocidades en tu casa? Los ojos tímidos de Sánchez Morueta iban de su mujer á su primo, como asustado en su interna somnolencia por el inesperado choque. Me voy siguió gritando doña Cristina al ver la indecisión de su esposo. No quiero escuchar más á este hombre.

«No debería haber dejado que mi hermana se fuese», me digo; y, dirigiendo a mi alrededor miradas desconsoladas, descubro a Lotario en la puerta, en vías de irse. Corro a él, le tomo las manos y le digo: No hay que escabullirse ahora. Después de toda esta agitación, vamos a beber juntos alguna cosa caliente. Consientes, ¿no es verdad?