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Lo retenían en Madrid sometido a una continua vigilancia para que no volviese a Andalucía. Y el capataz de Marchamalo, faltando su don Fernando, consideraba la huelga desprovista de interés, y a los huelguistas como un ejército sin caudillo y sin bandera; una horda que forzosamente había de ser diezmada y sacrificada por los ricos.

Recuerdo haber sido severo para los demás a una edad en que consideraba que debía serlo mucho para conmigo mismo. Cada generación, más incierta, que sigue a generaciones ya fatigadas, cada gran talento que muere sin descendencia, son señales en que se reconoce, dicen, un rebajamiento en la temperatura moral de un país.

Era una mujer de un gran atractivo; parecía una emperatriz romana. Después he visto la estatua de Agripina en el Museo del Capitolio, en Roma, y me acordé de ella. Por lo que yo pude comprender, sentía por su marido un desprecio inaudito. Se consideraba completamente emancipada.

El odioso enano, su director, tampoco. Comenzaron para días venturosos. El palacio de Padul se me abría a todas horas y siempre hallaba en él grato recibimiento. Se me consideraba ya como de la familia. Gloria, que se había puesto de un humor delicioso y hasta creo que engordó en pocos días, gozaba en hacer jugarretas a todo el mundo, pero muy particularmente a .

Cuando consideraba que Doña Paca y Frasquito no tendrían qué comer aquella noche, su dolor llegaba al frenesí: hubiera embestido a los corchetes para deshacerse de ellos, si fuerzas tuviera contra dos hombres.

Pareció que consideraba mi extrema juventud con un poco de desconfianza; sin embargo, dijo con un profundo suspiro: En aquel tiempo, yo era un muchacho tímido y no encontraba el valor necesario para hablar. ¡En esos primeros años de locura se siente uno tan transportado, si obtiene siquiera un apretón de manos a hurtadillas! Se figura uno que el mismo matrimonio no podrá ofrecer un deleite mayor.

Tampoco el conde Enrique, algo descreído y volteriano, tenía miedo de lo sobrenatural. Casi sobrenatural se consideraba él mismo. Vivía artificialmente, merced a un severo régimen y a la atinadísima ciencia de su médico.

La señorita Guichard escuchaba distraidamente las protestas afectuosas de Mauricio; cuanto el joven le decía era para ella letra muerta. Consideraba su amabilidad como un ardid de guerra y la consideraba nula. Todo lo que Mauricio le hablaba de cariño y de reconocimiento no tenía más efecto que distrerla desagradablemente de la conversación de Roussel con Herminia.

Ninguna se consideraba completa si Fuentes no daba al menos una vueltecita por ella. ¡Oh, Fuentes! ¡Oh, Fuentes! gritaron todos viéndole aparecer. Y una porción de manos se extendieron para saludarle.

Y con un gesto de soberbia, parecían abrir entre ellas y el médico un abismo que nunca había de llenarse, que le condenaba á eterna separación de lo que él consideraba su familia. ¡Cuántas veces, creyendo acariciar á una mujer, besaba á una estatua fría que se entregaba á él con rigidez de autómata!