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Esos chiribitiles aristocráticos que conservan un aire de grandeza en medio de su desolación, participan de granja, de castillo y de choza. Si conseguimos alquilar la villa Dandolo, quizá no estaremos del todo mal. Bastará con poner algunos vidrios en los balcones. La exposición es admirable, al Mediodía, sobre el mar. El jardín, muy hermoso.

El P. Gil prosiguió: De todos modos, como cristiano y como sacerdote, estoy dispuesto a hacer todo lo que puedan mis fuerzas por conseguir lo que usted desea. Dudo mucho del éxito de mi intervención... también que me expongo a ser arrojado como usted de la casa, pero no me importa. Cumpliré mi deber, y si no conseguimos nada, me quedará al menos la satisfacción de haberlo cumplido...

Conseguimos que nos diera de cenar, por la insistencia de Allen. Luego, mientras nos servía la cena, nos preguntó: ¿Qué son ustedes? -Marinos. Hemos naufragado en la costa hace ocho días y venimos andando. -Si son ustedes marinos, vayan ustedes a casa del capitán Sandow. Allí les aceptarán. ¿Quién es el capitán Sandow?-pregunté yo-. ¿Un militar? -No; es un antiguo capitán de barco.

Resolvimos que era completamente imposible permitir que una niña tan joven y delicada anduviera vagando por toda Inglaterra sin objeto determinado, en busca de algún vago informe secreto que parecía ser el fin de su errante padre; por lo tanto, después de aquella noche en que nos conocimos por vez primera en Helpstone, Burton Blair y su hija permanecieron una semana como nuestros huéspedes, y al cabo de muchas consultas y pequeñas economías, conseguimos poner a Mabel en la escuela, servicio que después ella nos agradeció con la más noble sinceridad.

Las galeras respondió el cautivo eran de don Sancho de Leyva; la libertad no la conseguimos, porque no nos alcanzaron; tuvímosla después, porque nos alzamos con una galeota que desde Sargel iba a Argel cargada de trigo; venimos a Orán con ella, y desde allí a Málaga, de donde mi compañero y yo nos pusimos en camino de Italia, con intención de servir a su majestad, que Dios guarde, en el ejercicio de la guerra.

Si nosotros lo conseguimos, si al fin pudimos lograrlo y convertirlo en una realidad, ¿por qué pedir más? Siempre me he dicho esto a mismo, y realmente no he pedido mucho más.

Usted sabe, las mujeres somos tan raras... A lo mejor no nos conocemos nosotras mismas. No conseguimos saber si queremos o si no queremos. Para saberlo, hacemos experiencias con nosotras mismas. ¡Ah! Son experiencias que suelen costarnos caras. Pero Dios debiera perdonarnos tanta perversidad. Porque... mire, fingir es una defensa contra la posibilidad de engañarnos.

Se dirá que el gabinete Paterno, al subir al poder, propuso como programa de Gobierno la autonomìa igual á la del Canadá, y que la inmensa mayorìa del pueblo revolucionario no lo aceptó. Por cierto que no somos tampoco partidarios de la autonomía, y no tenemos inconveniente en repetir lo que varias veces hemos dicho fuera de aquì: que solo aceptaremos la autonomía, cuando nos convenzamos de que el pueblo no está dispuesto á sacrificarse por otra mejor. Pero debemos tener en cuenta que la autonomía propuesta por el gabinete Paterno era una infraccion manifiesta de la Constitucion que ellos mismos, como miembros del Congreso, habìan votado y pedido con insistencia que se promulgara, amenazando provocar un escándalo en caso de oposicion por parte del gabinete que estaba entonces en el poder. No obstante ¿quién sabe si el señor Paterno hubiese prosperado en sus planes y conseguido la derogacion de la Constitucion, si hubiera podido presentar una oferta formal de autonomía por parte de los americanos? Es verdad que ni la Comision ni los generales americanos podrían ofrecer mas de lo que ofrece el Presidente McKinley, que en su mensaje dice de Filipinas poco mas ó menos lo siguiente: si conseguimos aniquilar la insurreccion dentro de poco, hacemos de los filipinos lo que nos convenga; no lo conseguimos, entonces ya entraremos en transacciones, aprovechando todas las ventajas posibles. Por nuestra parte, nos limitaremos

Nosotros asumimos toda la responsabilidad de la protesta, dándoles aliento y explicándoles que ninguna cosa mala tratábamos de hacer; y merced á nuestras últimas exhortaciones, conseguimos que se colocaran las dos escalas, por las que trepamos con la avidez del que busca un tesoro. Tras el último peldaño se nos mostró el interior de la caverna.

Como todos los que viven en incesante peligro, Robledo empezó á sentirse supersticioso, recomendándose en su interior á varias divinidades confusas y omnipotentes que podían realizar un milagro. «Si conseguimos pasar el invierno pensaba sin que esto se rompa, ¡qué felicidad