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Cuando la rápida pulsación de la impaciencia atormentara sus esperanzas, palpitaría también con ellas; la alegría de los triunfos sería para ambos, y la gloria que se conquistase para él sólo.

Recordaba á Balzac y á otros escritores imaginativos, que poblaron su vida práctica de absurdas concepciones, aceptándolas como realidades. Además, ¡quién sabe si era «la loca de la casa» la que había hecho que este hombre del país de los olivos y las cigarras conquistase con tanta rapidez la vieja ciudad dormida y sin ensueños!...

Con el mismo que tuvo don Juan para burlarse de él, haciéndole juguete de una chicuela y, lo que era peor, estorbando que la conquistase. La dificultad estaba en abrir la carta sin que luego se conociera. Tras largas cavilaciones, obedeciendo a una idea que le pareció tan original como atrevida y segura, sin pararse en peligros, rasgó el sobre y leyó.

Mientras no cesase la inmigración, cortándose la corriente continua de hombres, mientras no se estancara la población obrera de las Encartaciones, era difícil que el trabajo conquistase todos sus derechos. Aresti, con el deseo de no sufrir nuevos retrasos, redobló el paso al entrar en Labarga, caminando con la cabeza baja para no oír los llamamientos de las mujeres. Un hombre se le puso delante.

Los panditas ó sacerdotes se transmiten de unos á otros el conocimiento del idioma árabe, el que necesitan para sus prácticas religiosas; pero la masa total de la población habla mezcla confusa de visaya y árabe con palabras tomadas en cada punto de los pobladores que existían cuando el mahometano conquistase el territorio, constituyendo un idioma dificilísimo de entender por la algarabía consiguiente á la intercalación de palabras de distintos dialectos, según la localidad del que lo habla.

Puede ser también que lo conquistase el culto entusiasta de la Marquesa y su admiración fecunda en adulaciones, pues los más listos se dejan atrapar por ellas. La vanidad del uno y del otro, aunque desde puntos de vista diferentes, ha podido ser el lazo de esa amistad tan desproporcionada en apariencia.

Fernando V llamado el Católico, empeñado en guerras para cuyo sustento no bastaban sus pequeñisimas rentas, discurrió el arbitrio de establecer en estos reinos el tribunal de la Fe para enriquecer su erario con las confiscaciones. Para la guerra de Granada pidió dineros á varios judíos, ofreciendo pagarlos cuando conquistase á aquella ciudad.