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Todo en él estaba gobernado por la infernal atracción que ejerce la hembra. Los hombres trabajaban, peleaban, querían hacerse ricos ó célebres, todo por conquistar la posesión de un pedazo de carne, el más inmundo y vergonzoso del cuerpo humano. Mira cómo será, Estevet, que hasta en los animales comestibles no hay cocinero que sepa aprovecharlo.

A pesar de sus esfuerzos, le dominó el despecho. Estaba seguro: aquél iba a conquistar a la joven, a llevársela. Por vez primera, la veía particularmente interesada en la conversación de su vecino de mesa; parecía estar prendada de las frases de Martholl; lo escuchaba sonriendo y sin hacer caso a los demás convidados.

¿Lo merecía Roberto? ¿Me comprendía? ¡Qué importaba! Nunca lo comprendería después de todo. Y luego, no era él sino yo la que tenía que conquistar un derecho a su amor. A esa hora sabía que jamás podría desterrar de mi pecho esa pasión.

Aquella cara, aquella palidez repentina le dieron a entender que la noche era suya, que había llegado el momento de arriesgar algo. Nunca había desistido de conquistar aquella plaza. ¡No faltaba más! Además, esperaba que la ausencia, la indiferencia fingida y la historia de sus amores con la ministra le prepararían el terreno.

I en prueba de que el rei don Fernando V no se dejó llevar al disponer la cédula para la espulsion de los judíos, de mas propósito que el interés, bien quedándose con el dinero que no podia pagar á tantos i tan grandes acreedores, bien obligando á muchos de los judíos á convertirse á la fe, para que luego la Inquisicion formase proceso á los mas acaudalados con que todas sus riquezas pasasen al fisco, voi á contar el suceso mas importante para confirmar nuestro parecer, porque él claramente demuestra que Fernando el Católico no miraba en todas sus empresas mas que el triunfo de su ambicion en conquistar tierras i dominios, i de su codicia en buscar dineros para conseguir sus intentos.

Se aplaudía a mismo, admiraba su propia majestad, adivinando que el atrevimiento del torero era para reconciliarse con él, para ganar de nuevo su afecto. Gallardo venía a la corrida dispuesto a las mayores audacias para conquistar aplausos. Se descuida decían en los tendidos ; muchas veces es flojo; pero tiene vergüenza torera y vuelve por su nombre.

Al principio se le había figurado que ella, con un poco de arte, hubiera podido conquistar a cualquiera de aquellos nobles ricos que se divertían con todas y se casaban con la de mayor dote. Pero le pareció una indignidad asquerosa semejante idea; ni una sola vez trató de ensayar sus recursos y prefirió creer a su tía: aquellos aristócratas interesados no eran maridos posibles.

Mandando en la lengua, mando en el alma; mandando en la boca, mando en la frente, y este es el gran terreno que hay que invadir, esta es la gran conquista que hay que hacer, este es el gran pueblo que hay que conquistar. Sin saberlo nosotros, sin apercibirnos siquiera, sin soñarlo, los franceses nos están invadiendo; los franceses nos ametrallan, en una guerra en que se lucha sin disparar tiros.

»Ya sabe usted que mi amada Magdalena ocultaba bajo su melancólica apariencia un corazón que no estaba reñido con la jovialidad y la alegría. No tardamos mucho rato en venir a parar al tema eterno y hablamos del matrimonio, aunque sin hablar ni una palabra de amor. »¿Qué cualidades había que poseer para conquistar el corazón de Magdalena? ¿A qué encantos podría rendirse el mío?

Ni un hermano tierno Llegó tu mano cándida á estrechar, Mientras que en tu volcánica cabeza Germinaba la idea fraternal, Que debian los hombres agruparse En torno de un pendon universal, Y ayudándose todos como hermanos Conquistar la anhelada libertad.