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Asaltadas por todas partes por los antiguos propietarios del terreno, acaban por abandonar el sitio que el derrumbamiento de su roca madre le había hecho conquistar violentamente. El botánico, que las estudia en su nuevo ambiente, las ve perecer poco á poco.

Ahora hay que conquistar la blusa, y yo cuento con usted...» Aquel hombre no me daba arriba de dos o tres duros por artículo, y yo le contesté sin gran entusiasmo: «El termómetro le decía marca quince grados bajo cero.

Desde sus torres, siendo mozo, miraba a lo lejos, soñando conquistar el mundo y adornar su frente con una corona. Aquí conoció a su mujer, y, bajo las frondas de estos árboles, arrullaba a su pequeña Elsa, que era el sol de su vida... , siento en las manos la humedad de tus lágrimas. Te lo ruego, no llores.

Consideraba empresa fácil conquistar á esta mujer caprichosa y de maneras sueltas. «¡Cosa hecha, capitánLos rápidos triunfos obtenidos por él en sus viajes no le permitían duda alguna.

Que si el Virey se le entra por la tierra, Que vivirá en eterna servidumbre; Que habrá de conquistar toda la Sierra, Sin dejar lo mas alto de la cumbre: Que ahora podrá bien darle la guerra, Para librarse de esta pesadumbre; Que perfecta prudencia es y cordura, Gozar en la ocasion la coyuntura: El indio le responde, que guardase Su tierra, y que jamas no pretendiese, Que en cosa con los suyos le ayudase, Que allá D. Diego solo se lo hubiese.

La carta terminaba así: "Yo había cifrado el objeto de mi vida y todas mis aspiraciones en el amor de usted. Por lo mismo tuvieron mis sentimientos una sinceridad incontestable. Jamás hubiera querido conquistar su cariño por otro medio. Pero tal vez por mi sinceridad misma la he de perder para siempre. Ayer pedí a Charito, como favor de amistad, que la invitara para el viernes.

Aun así, ¡si viese usted lo que me cuesta conquistar ciertas almas! Catorce años empleé en traer al buen camino a un zapatero, que es la mejor de mis conversiones. ¡El tiempo y la saliva que me ha hecho perder! Pero digo mal: perder, no... ganar, pues al fin lo he traído al redil del Señor. Era uno de los tremendos; un hombre con pelos en el alma, que se ensuciaba en las cosas del cielo.

A lo que más se asemejaba era a las figuras de grandes damas que adornaban algunas novelas de las que él solía leer en sus ratos de ocio. Doña Frasquita fue en sus buenos tiempos una real moza; varias criadas que logró conquistar le dejaron recuerdos de índole picaresca; pero jamás soñó, en sus largos monólogos de estanquero aburrido, tener tan cerca de una señora como aquélla.

Un hombre pasional e imaginativo ama a las bellas mujeres, los viajes por las tierras fabulosas y lejanas, las obras de arte, los libros inmortales. Y sueña con conquistar el oro, que es la palabra misteriosa que abre todos los paraísos y da la serenidad de espíritu necesaria para la contemplación de lo bello.

¡Digo, pues si es este el viejo Simón Aluardo, de la Guardia Blanca! exclamó el hombre de armas que tan insolente se había mostrado con los escuderos. ¡Un abrazo, Simón! Por vida mía, tiempo hubo en que desde Limoges hasta Navarra no se conocía arquero más pronto en conquistar á una muchacha ó derrengar á un enemigo.