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¿Por qué llamarían a esto el «Mar Tenebroso»? dijo Maltrana, que no podía permanecer callado largo tiempo. Estas palabras despertaron en los dos el recuerdo de antiguas lecturas. Ojeda pensó en su drama poético de los conquistadores cuya preparación le había obligado a estudiar la epopeya de los navegantes que descubrieron las tierras vírgenes.

La Europa entera se ha puesto sobre él: ¿qué será de esta desgraciada Francia, invadida por innumerables ejércitos extranjeros que ha provocado al mismo tiempo, así en España, como en Rusia y Alemania? ¡Dios mío! ¡cuán cara tienen que pagar los pueblos la pretendida gloria de los conquistadores y de los ambiciosos!

Eran místicos de acción, como el antiguo soldado Loyola, como la andariega Teresa de Jesús, especie de Don Quijote con tocas siempre a caballo por los campos de Castilla; y este misticismo vigoroso y militante, que salvó a la Iglesia católica cortando el paso a la Reforma se había esparcido por el Nuevo Mundo con los conquistadores, predispuestos al milagro.

Poco sacamos todavía en limpio de los relatos de los conquistadores del Plata y del Paraná, y será necesario un paciente estudio de ellos para ver claro en esa confusion de nombres de tribus, de parages y de patrañas. Sin embargo, qué inmensa importancia tienen las relíquias escondidas en estas vastas tierras, para el conocimiento de la pre-historia americana!

Estas molduras interiores no significan para nosotros mas que el respeto guardado á este monumento árabe por los conquistadores cristianos.

Es la primera la de que España, cuando la conquista muslímica, tenía su ciencia propia, de la que dan testimonio clarísimo no pocos escritores y sabios, descollando entre todos San Isidoro de Sevilla, y que esta ciencia, á pesar de las persecuciones y tiranías de los conquistadores, continuó luciendo entre los muzárabes ó pueblo cristiano vencido, y dió altas muestras de en el abad Sansón, en San Eulogio y en Alvaro de Córdoba.

Desde aquí pierde el nombre el Paraguay, porque el Paraná, como mas caudaloso conserva el suyo hasta cerca de Buenos Aires, donde, junto con el Uruguay, corre hasta el mar con el nombre de Rio de la Plata: llamado así, porque llevaron desde aquí algunas alhajas de plata y oro los primeros conquistadores del Paraguay, las cuales alhajas habian traido los indios del Paraguay en la primera entrada que hicieron á los pueblos del Perú con Alejo García y sus compañeros, segun se halla escrito en la Argentina de Rui Diaz de Guzman.

En las hermosas calles de árboles nunca profanadas, chasquearon las herraduras de los caballos, y los modernos conquistadores, los bárbaros de la riqueza entraron soberbios, arrollándonos entre las patas de sus corceles.

Asistían allí también las galeras de Génova y de Malta, y no se cuenta gran número de trasportes que con la armada iban, armada inmensa, gente en grandísimo número a morir resuelta, alentada por la fe y por las indulgencias concedidas a los que en aquella empresa se encontrasen, que eran las mismas que se concedieron por otros pontífices a los conquistadores de los Santos Lugares, y que poco antes había llevado el nuncio de Su Santidad monseñor Ondescalco.

Dentro de pocos años, si le dejan, se habrá comido San Pablo y todos los otros santos que encuentre a mano, las plantaciones de café y hasta el último de los negros. Estos conquistadores europeos son de un estómago insaciable. Fernando, no barbarice dijo Maltrana poniéndose serio . No sea reaccionario, no sea poeta.