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Cierto día le asaltó una idea horrible; se dijo con terror: ¡Ama a otra! Pero, en ese caso, ¿por qué toma una amante en la Opera? ¿Como capricho... como objeto de moda... como un juguete que ha comprado sin necesitarlo ni conocerlo?... Pero entonces, ¿por qué? Contemplose después en el espejo, ¡y se vio tan joven, tan fresca, tan linda!... Quedó abismada en sus reflexiones.

Decíamos que estábamos cerca de la casa del hermano mayor, y esto bien fácil nos es conocerlo, porque distintamente llegan á nuestros oídos los ecos de la marcha de Pan y Toros, tocata ahora en boga en Filipinas, cual lo será Dios mediante, dentro de ocho ó diez años, la jota del Molinero de Subiza, ó la polka de Flama. Ya estamos á la vista de la casa.

Viviendo en la corte más brillante de Europa de aquella época, en comercio inmediato con un Rey ilustrado, entre gentes que también lo eran y conocedoras del mundo, entre galantes caballeros y damas seductoras, ¿era posible que Calderón hiciese vida de anacoreta, y que no le ocurriese ninguna aventura novelesca, ni tomase tampoco parte en ningún desafío? . La dicha del amor afortunado, los tormentos del no correspondido, la rabia de los celos, todos esos sentimientos, que pinta con una verdad tan elocuente, ¿había de conocerlo sólo por intuición poética, y no por su propia experiencia?

Tenía en mi poder unas cuantas tarjetas de invitación para la velada del Español. ¡Si le enviase una!.... Supongo que no sería tan bruto que... Nada, nada, se la envío.... Pero ¿cómo?... No conocía su domicilio. Pero el guitarrista Primo debía de conocerlo.

Me levante, e inclinándome ligeramente me dirigí hacia la puerta. La alegre muchacha corrió a alumbrar el camino y el joven retrocedió un paso, fijos los ojos en . Al llegar a su lado me dijo: Con perdón, señor: ¿conoce usted al Rey? Jamás lo he visto, pero espero conocerlo el miércoles. Nada más dijo, pero presentí que sus ojos siguieron clavados en hasta que se cerró la puerta.

»Cuando acabó de pronunciar estas palabras, ocultó el rostro entre sus manos para ocultar su llanto. Pero comprendí su acción. »Carlos le dijo con dulzura: hay un secreto que pesa sobre la vida de usted. », un secreto que me matará. »¿Ese secreto proseguí, que ha revelado usted a Teobaldo, no puedo conocerlo? »Se estremeció y me miró como espantado.

¡Estás loco! exclamó Maugirón; lo conoces porque vives entre toda esa gentuza, pero ¿cómo quieres que Tragomer sepa de tu agente de gorgoritos? Puede conocerlo por haberle visto en el círculo. Vino con frecuencia cuando se trató aquí de organizar un espectáculo como si hubiéramos querido hacer competencia á los Menus-Plaisirs.

Rosita Briones y su madre doña Pepita le mimaban y le halagaban. De conocerlo, Martín hubiera podido recitar, refiriéndose a él mismo, el romance antiguo de Lanzarote: Nunca fuera caballero De damas tan bien servido Como fuera Lanzarote Cuando de su aldea vino. Rosita, durante la convalecencia, tuvo largas conversaciones con Martín. Era de Logroño, donde vivía con su madre.

Pero el Pueblo por lo comun no evita la preocupacion, de ordinario precipita el juicio, y en lo que no le sea comun se porta como los niños. De aquí nace, que la multitud se engaña freqüentísimamente en sus juicios sin conocerlo, y muy raras veces nos informa de la realidad de las cosas.

Veamos las ventajas dije fríamente, dirigiéndome a Máximo. Hay que saber ante todo si Gastón de Givors no la disgusta a usted. No lo conozco. Dispense usted, Elena, pero debe conocerlo, porque ha venido aquí varias veces y hasta han hablado ustedes. Es posible, pero no he reparado en él. Viene aquí mucha gente y el señor de Givors se ha perdido en la multitud.