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»Con estas voces quedamos todos confusos, y no sabíamos qué hacernos; pero, considerando que las voces del pastor habían de alborotar la tierra, y que la caballería de la costa había de venir luego a ver lo que era, acordamos que el renegado se desnudase las ropas del turco y se vistiese un gilecuelco o casaca de cautivo que uno de nosotros le dio luego, aunque se quedó en camisa; y así, encomendándonos a Dios, fuimos por el mismo camino que vimos que el pastor llevaba, esperando siempre cuándo había de dar sobre nosotros la caballería de la costa.

Además las largas excursiones por las montañas, habían fortificado su organismo, como las ideas y reflexiones lo habían hecho a su vez con su energía moral y su voluntad. La palidez de su rostro le hacía más espiritual, más serio y sencillo, más hombre, en una palabra. Al través de sus entornados ojos, Antoñita le contemplaba y sentía agitarse en su espíritu mil confusos pensamientos.

Adoptó, ademas de las líneas romanas, el capitel bizantino, el abaco de los egipcios, la ojiva de los cruzados, el ornato de los arquitectos del bajo imperio; mas combinó con tanto acierto y novedad estos confusos elementos, que identificada con ellos se presentó original como la mejor de las arquitecturas á que dió origen la edad media.

Mientras, tendidos en el declive de una parva, hablábamos de la patria ausente y contemplábamos la sabana, débilmente iluminada por la claridad de la noche y las cimas caprichosas de las pequeñas montañas que la limitan, llegaban a nuestros oídos ruidos confusos desde el interior de la casa, rumor de duro batallar, gritos de victoria, imprecaciones, himnos.

Esta contestó sonriendo: Nunca como más. Doña Paula acercó la boca al oído de Venturita, y le dijo: ¿No reparas con qué ceremonia se tratan? Venturita se lo dijo al oído a Pablo, y éste a su padre. Todos cuatro soltaron a reir, mirando a los novios, mientras éstos, confusos, preguntaban con la vista la razón de aquella súbita alegría. Mamá, ¿quieres que les diga de qué nos reímos? Díselo.

Ese era su derecho, más aún, su deber. Todo la obligaba a ello, su juramento, el honor, la disciplina. Si la venganza salía ganando, mejor... Sordos murmullos y gritos confusos: ¡Ahí están! ¡Ahí están!

Preguntado el director qué comedias trae consigo, contesta así: «................ famosas De las plumas milagrosas De España; si escuchar quieres Los títulos, estos son: La bizarra Arsinda, que es Del ingenioso Cervantes; Los dos confusos amantes, El conde Partinuples, La española, de Cepeda, Un ingenio sevillano; El secreto, El cortesano, La melancólica Alfreda, Leandro, La renegada De Valladolid

Estuvo un rato privado del uso de sus sentidos; y quando cluvó sus miradas en los ojos de Astarte que lentamente se abrian de nuevo entre desmayados, confusos y amorosos: ¡O potencias inmortales! exclamó, ¿me restitais á mi Astarte? ¿en qué tiempo, en qué sitio, en qué estado torno á verla? Hincóse de rodillas ante Astarte, inclinando su fiente baxo del polvo de sus pies.

Reynoso paseó una mirada anhelante por el rostro de sus amigos, y viendo que los dos bajaban la cabeza confirmando las palabras de Tristán, se llevó ambas manos crispadas a los cabellos mesándoselos con furor. Fue un acceso de loca desesperación. Gritos, sollozos, interjecciones, movimientos convulsivos. Sus amigos turbados y confusos hacían vanos esfuerzos por calmarle.

Se sienten rezos tenues y confusos, no interrumpidos por pausa alguna, como si la atmósfera interior del edificio, afectada de una vibración inherente á su esencia física, modulara un monólogo sin fin. Todo es calma y respeto.