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Quise confundir mi alma con la de ella, para que unidas fuésemos ambas almas en busca tuya. Y ella me ha dejado. Mi alma está sola, en la tenebrosa región del éter, en el vacío insondable y frío, sin astro que le luz ni calor, lejos de todos los soles, más lejos aún de donde moras. Dios mío, Dios mío, ¿qué será de mi alma?

Pero no hay que confundir a la Corte y los cortesanos con la aristocracia. Talvez la mayor parte de los verdaderos cortesanos no pertenece a la aristocracia, la cual, en España, si vale mucho menos intelectualmente que la de Inglaterra y Francia, tiene mejores cualidades morales. Ese orgullo insolente de los nobles de otros paises no se conoce en España.

Hugo contesta su introducción en el drama; Fadrique, al contrario, aduce ejemplos sacados de Plauto y Aristófanes, y opina que si faltan en las tragedias, no es motivo bastante para confundir el no uso con su inconveniencia, y que no toda innovación es vituperable por el solo hecho de no hallarse en Homero, Virgilio, Eurípides y Sófocles. Comienza mientras tanto la representación de la tragedia.

Pero en esto no ay que extrañar, que aviendo asentado, que no saben lo que escriben, ni viene á hazer novedad, el ver confundir los dos estilos, Trágico, i Cómico, de suerte, que jamas puede percibirse qual dellos siguen; ni admiracion tantos desatinos, tantas coplas sin alma, sin razon, i aun sin inteligencia, como allí se representan.

El mirar el espacio como una simple condicion de la sensibilidad, es confundir los dos aspectos bajo los cuales se debe considerar la extension: como base de las sensaciones, y como idea; como el campo de todas las representaciones sensibles, y como el orígen de la geometría.

Las ideas de la Vida de Jesús y las que había oído a Montesinos bullían confusamente en su cerebro, y no se calmarían repentinamente por un esfuerzo de la voluntad. ¿Por qué no había de ahondar en el examen de los orígenes de la religión cristiana? ¿Por qué no había de conocer hasta en sus últimos pormenores los datos de la discusión, a fin de confundir, de pulverizar a cualquier racionalista que se le presentase, por sabio que fuera?

Ya lo he dicho: gazmoñerías de las españolas, por lo general mujeres nerviosas, muy extremadas en sus pasiones, y dispuestas siempre a confundir en un mismo sentimiento la voluptuosidad y el misticismo. Cuidado con las monjitas de quince años, que reniegan del siglo y juran que han de morir de viejas en el claustro.

Aunque lo que he escrito en estos dos capítulos últimos, ha sucedido en muchos años y en este tiempo se han convertido á la fe y ganado para el cielo muchos centenares de infieles, todavía, por no confundir los sucesos y Misiones de las Reducciones, los quise separar con ánimo de referir ahora y dar noticia del fervor y mérito de los neófitos de las otras tierras, dignándose Dios Nuestro Señor de premiar sus sudores con abundante cosecha de infieles para animarlos á trabajar con mayor aliento y fervor en servicio de la iglesia.

Tambien se ha de cuidar de no confundir estas imágenes mentales con los principios de juzgar que tiene el entendimiento, los quales aunque obran sobre tales imágenes, son de superior orden, y no partícipes de lo corporeo. Los errores que de la confusion de estas cosas nacen los irémos mostrando en sus lugares.

¿Á tal abandono de ti mismo has llegado? exclamó Tragomer. ¡Qué! el efecto de la miserable condición en que vives hace dos años ha sido tan rápido y tan completo que renuncias á justificarte y á confundir á los culpables? no sabes, Cristián, las torturas mortales que he padecido. ¡Todo me es indiferente ya! ¿Hasta ver á tu madre y á tu hermana?