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Si toda mujer virtuosa, con sólo tratarse con otra que no lo es se expone a que confundan e igualen su conducta con la de su amiga, lo mejor es no tratarse con nadie, vivir como en el sepulcro. ¿Qué quieres? ¿Voy a pedir un certificado de virtud a las mujeres con quien hable?

En general no se descubre ninguna contradiccion en que una cosa se represente á si misma á los ojos de una inteligencia, si se supone que de un modo ú otro estén unidas. En el caso pues de que la cosa conocida sea ella misma inteligente, no se ve ninguna dificultad en que ella sea para misma su propia representacion y que de consiguiente se confundan en un mismo ser la idealidad y la realidad.

En él maltrata al pobre doctor sin compasión; dice que vive con los retazos de las comedias de Lope de Vega, y que se hizo sacerdote para plagiar en todo á su modelo; que se ha engalanado con el título de doctor para que lo confundan con Mira de Mescua, y que ha robado una comedia entera á Villaizán.

Despues de lo que acabamos de indicar, creemos conveniente consignar el dato práctico importante, de que no se confundan los síntomas de las fiebres nerviosas graves con ciertos síntomas de la inflamacion de la píamadre y de la sustancia gris del cerebro, tales como delirio continuo, movimientos desordenados, trismus, rechinamiento de los dientes y varias parálisis que se presentan en el último período de las enfermedades febriles y flegmásicas.

Por esta razon, la escuela de que acabo de hablar, aceptando los hechos tales como la experiencia interna se los ofrece, ha procurado explicarlos, señalando los puntos en que pueden estar en comunicacion el órden sensible y el intelectual, sin que se destruyan ni confundan.

Entramos en la sección del río llamada Angostura. El enorme caudal de agua, esparcido antes en extensos regaderos, corre silencioso y rápido entre las dos orillas que se han aproximado como aspirando a que las flotantes cabelleras de los árboles que las adornan confundan sus perfumes. Jamás aquel «espejo de plata, corriendo entre marcos de esmeralda» del poeta, tuvo más espléndido reflejo gráfico.

No puede negarse que observamos en nuestro interior afecciones, operaciones muy diferentes entre , que nacen de distintos objetos, y producen resultados tambien muy diferentes; esto induce á establecer distincion de facultades, y á separar en cierto modo sus funciones, para que no se mezclen y confundan.

Sólo en nuestra sociedad heterogénea, libre de escrúpulos y distinciones, se da el caso de que un hidalguete, poseedor de cuatro terruños, o un empleadillo de mediano sueldo, se confundan con marqueses y condes de sangre azul, o con los próceres del dinero, en los centros de falsa elegancia; que se junten y alternen los que explotan la vida suntuaria por sus negocios, o sus vanidades, o bien por audaces amoríos, y los que van a bailar y a comer y departir con las señoras, sin más objeto que procurarse recomendaciones para un ascenso, o el favor de un jefe para faltar impunemente a las horas de oficinas.

La semejanza del impostor con el difunto Don Sebastián, y aún más la astucia y el aplomo increíble de su conducta, hacen que todos lo confundan por completo con su querido Rey, y que se obliguen á servirlo con vidas y haciendas. Pero pronto muda la escena. Felipe II, á cuyo conocimiento ha llegado la existencia de esa conjuración, se apresura á sofocarla en su nacimiento.

Se notaba en su persona un deseo de imitar á las gentes de espada cuando de tarde en tarde adoptan el hábito civil; la aspiración de todo burgués alemán á que lo confundan con los de clase superior. Sus pantalones eran estrechos, como si estuvieran destinados á enfundarse en botas de montar.