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Recelo y desconfianza inútiles y que nunca me salvaron del egoísmo y de las arterías de amigos y extraños. Me creía yo persona de experiencia, conocedor del mundo, y descubría a todos mi corazón, a nadie ocultaba yo mis sentimientos, y así era yo víctima de todos. Confieso que el buen servidor con sus burlas y fisgas me hizo rabiar muchas veces.

Cuando la tortilla dió vuelta confieso, hijo, que me alegré y le puse un cirio á San Rafael bendito, porque eres un gitano falso, traidor, sin vergüenza, y me tenías á la pobrecilla fatigaita, y porque, sin razón, delante de los amigos, la corrías como una mona. ¡Ajá! San Rafael tuvo lástima de ella y te dió lo que merecías. Ya sabes lo que son ducas. En la cara las llevas señalás.

Confieso que no tenia idea de la suprema hermosura semi-salvaje que se desarrolla sobre el estrecho horizonte de la cuenca del lago. Verdad es que en Suiza se anda de sorpresa en sorpresa.

Yo estaba encarnada como una puesta de sol, y muy contenta, lo confieso, al saber que Máximo me encuentra bonita. ¡Quisiera tanto gustarle! El mal humor de la Marquesa se ha ido disipando poco a poco y ha acabado por convenir en que la presencia de Luciana en su casa es un gran atractivo para los amigos.

Pues bien manifestó Mario con creciente agitación, le confieso que yo vengo también pensando en lo mismo hace largo rato. Pero al mismo tiempo me parece tan absurdo, tan insensato, que procuro desecharlo de la cabeza como una tentación. D.ª Rafaela es una excelente amiga, una mujer buenísima... El delegado, sin abandonar su actitud reflexiva, alzó los hombros con desdén. ¡Ps!

Dejando la burla á un lado, confieso que nada me ha parecido tan sublime como la historia de ese pueblecito de pastores rústicos. Jamas en forma tan pequeña se vió representado principio tan grande y sagrado como el de la libertad y la soberanía de los pueblos.

Veo con satisfacción que no me guarda usted rencor le dijo en voz baja dirigiéndole una larga mirada insinuante . Hace usted bien. Eso prueba que tiene usted corazón y talento. Le confieso con toda ingenuidad que me equivoqué de medio a medio en la apreciación de su conducta y su persona.

Te confieso que, para , pasar todo un mes en esas horribles montañas, sería lo más triste, lo más penoso, lo más fastidioso del mundo, si he de juzgar por los tres días que llevamos aquí. Mientras tenía lugar este diálogo, el general saltaba en el sillón; oprimía la tabaquera entre sus dedos, y yo preveía la tempestad que iba a estallar.

Se deshace con él en obsequios y atenciones; y, siempre que mi padre trata de hablarle de amor, le pone a raya echándole un sermón dulcísimo, trayéndole a la memoria sus pasadas culpas y tratando de desengañarle del mundo y de sus pompas vanas. Confieso a Vd. que empiezo a tener curiosidad de conocer a esta mujer; tanto oigo hablar de ella.

Y en veinticuatro horas se me muere, como si el cielo quisiera castigarme. Es verdad que me queda mi nieto; pero ese Juanito en nada se parece a su padre, y te lo confieso: le quiero poco; no veo en él más que un reflejo lejano de mi pobre hijo. De mi pasado, de aquella época que fue la más feliz de mi vida, sólo me resta Visitación. Es el retrato de la pobre muerta; ¡la adoro!