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Parecía que quería preservarla de algún peligro. La misma Elena lo notó y le miró con un poco de alarma. ¿Estás malo, papá? ¿Malo?... No, por cierto; estoy muy bien... ¿Decía usted, Máximo?... Había yo perdido el hilo de mis ideas y se lo confesé cándidamente.

A pesar de mi severidad, no pude menos de admirarme de la finura del Rey Nanar, y confesé, allá en mis adentros, que era la persona más comm'il faut que había yo tratado en mi vida. El Rey me alojó en su alcázar, me dio fiestas espléndidas, y me distrajo de tal suerte que casi me hizo olvidar el objeto de mi misión.

En mi mocedad siempre andaba por las iglesias, y no de puro buen cristiano. Muchas veces me hubieran llorado en el asno si hubiera cantado en el potro. Nunca confesé sino cuando lo mandaba la Santa Madre Iglesia. Preso estuve por pedigüeño en caminos y a pique de que me esteraran el tragar y de acabar todos mis negocios con diez y seis maravedís: diez de soga y seis de cáñamo.

El poco conocimiento que tengo de las letras sagradas no me permite ignorar unas palabras de San Agustín, que dice: «Más vale dar vírgenes a Jesucristo que Césares al mundoEs encantador que también San Agustín se meta en esto dijo la abuela. Y añadió volviéndose hacia . ¿De modo que las ideas de la Princesa son las tuyas? No por completo confesé. La Princesa es una santa y yo no.

Tenía razón Neluco, y así se lo confesé con la mayor frescura. ¡Ah, pues si él hubiera sabido hasta dónde llegaba mi ignorancia en esos particulares!... ¡que toda mi erudición bibliográfica española cabía holgadamente en un papel de cigarro! Fuera de los escritores de Madrid, no conocía uno solo, ni de nombre. Por fortuna, no insistió Neluco en el tema; que si insiste, canto de plano.

Nunca confesé sino cuando lo manda la santa madre Iglesia; y así, con esto y mi oficio, he sustentado a tu madre lo más honradamente que he podido," "¿Cómo me habéis sustentado? dijo ella con gran cólera, que le pesaba que yo no me aplicase a bruja ; yo he sustentado a vos y sacádoos de las cárceles con industria, y mantenido en ellas con dinero.

Muy desalentado, confesé mi fracaso en el club. Allí se me recomendó que, antes que profesores, me procurase los muchos y profundos tratados de la materia... E inmediatamente escribí a mi librero: «No me mande usted las obras de Shakespeare y de Balzac que le pedí me enviara a la estancia.

Una angustia deliciosa me oprimía el pecho blandamente. Sentía escalofríos de anhelo y voluptuosidad, cual si me hallase a las puertas mismas de la dicha. Pasado aquel extraño transporte, que debe achacarse en gran parte a la material impresión del movimiento, me sentí tranquilo; pero me confesé ingenuamente que estaba enamorado de la monja sevillana mucho más aún de lo que había imaginado.

Porque el señor Blair, antes de hacer su testamento, se confió en y me preguntó con franqueza si alguna vez su hija me había hablado de usted de alguna manera significativa que me hubiese hecho sospechar algo. Le confesé la verdad de lo que al respecto sabía, exactamente como acabo de referírselo a usted. Mabel lo ama... Lo ama tiernamente.

Pero la vida parece querer darme ahora todo lo que todavía puede tener para de alegría y de tranquilidad. » sabes, tío, cómo, en medio de mi dolor, me dejé llevar por un afecto sin cesar creciente por la hermana de mi querida muerta, mi prima Olga. Todo te lo confesé, busqué consuelo cerca de ti cuando me atormentaba, cuando me reprochaba mi infidelidad para aquella cuyo luto aún llevaba.