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El ya citado Bernáldez apunta en su crónica algunos de los nombres de las personas más señaladas que aquí fueron las primeras víctimas de la inquisición, citando entre otras al rabí Diego Susón, padre de la célebre y hermosa judía conocida por la Susona, y á los acaudalados hebreos Manuel Sauli y Bartolomé Torralva, al alcalde de la justicia Juan Fernández Albolasia, al doctor Savariego, fraile de la Trinidad, y á otros muchos, apuntando también «que quemaron infinidad de huesos de los corrales de San Agustin é San Bernardo, de los confesos que allí había enterrados sobre , al uso judaico

La carta para el concejo de Sevilla comenzaba en esta forma: «Sepades que Nos catando en nuestros reinos i señoríos avia i ay algunos malos cristianos, apóstatas i herejes i confesos: los cuales, no embargante que recibieron el sacramento del baptismo, i fueron baptizados, i tienen nombre de cristianos, se han tornado i convertido i se tornan i convierten á la secta i supersticion i perfidia de los judíos &c.

E con esto todos los confesos fueron espantados é habian gran miedo é huian de la cibdad é del arzobispado, é pusiéronles en Sevilla pena que no fuyesen, pena de muerte; é pusieron guardas á la puerta de la cibdad.

Los monges profesos llevaban coronas de cerquillo lo mismo que los presbíteros, y la barba crecida como los demas cenobitas y ermitaños; pero los novicios ó confesos no llevaban corona hasta que pasaban á profesos , ni tampoco capilla; así como no usaban velo las vírgenes hasta que en alguno de los dias solemnes marcados al efecto se lo daba el obispo pronunciando ellas sus votos.

Vivo en este Auto solo dos mujeres relajadas en persona, que asistidas de cuatro Religiosos de la Compañía y otros cuatro de otras Religiones se puede esperar murieron bien: uno más en estátua, por ausente fugitivo, contumaz e impenitente, pero no reconciliado aun; tres reconciliados en estátua, por haber muerto en las cárceles con señas de cristiandad y dolor y quince penitenciados, que abjuraron de levi por no haber sido convictos, ni confesos en la relapsa.

BENITO. Basta; de ellos es, pues no vee nada. FURRIER. ¡Canalla! Si otra vez me dicen que soy de ellos no les dejaré hueso sano. BENITO. Nunca los confesos ni ladrones fueron valientes; y por eso no podemos dejar de decir: de ellos es, de ellos es. FURRIER. ¡Cuerpo de Dios con los villanos! Esperad.