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«Por lo demás, tu Quintanar del alma hemos de confesar que tiene sus cosas; ¿a quién se le ocurre irse de caza dejándote así?». Pero qué sabía él.... ¿Pues no te quejabas ya anoche? Ese Frígilis tiene la culpa de todo.... Y quien anda con Frígilis se vuelve loco ni más ni menos que él. ¿No es ese Frígilis el que injertaba gallos ingleses? , , él era.

A pesar de esto, hay que confesar que en aquella ocasión no abusó demasiado del prestigio y la gloria que el cielo había derramado próvidamente sobre él. Saludó al concurso con impensada afabilidad, llevándose dos o tres veces el látigo a las narices, y dijo con voz bastante clara que se alegraba de encontrarse entre tantas chicas bonitas; así; palabras textuales.

Esto era lo único que anhelaba Judit; y, efectivamente, produjo honda impresión esta noticia al día siguiente en el saloncillo del baile. ¿Pero es de veras? Te lo aseguro. Parece imposible... ¡Esa remilgada! ¡Qué suerte tiene!... ¡Una figuranta, una corista! En tanto que yo... ¡una primera parte! ¡Es irritante! Pero es natural decían otras; hay que confesar que es muy guapa...

Tengo diez mil reales en casa... Y si no, se vende todo... Se pide limosna. Pero, señora, espere usted... ¿Y su alma, señor cura, y su alma? gritaba ella con los ojos muy abiertos . ¿Acaso esperará la muerte?... ¡Y estará allí solo..., solo, el hijo de mi vida, sin su madre que le haga confesar, que le ayude a bien morir si Dios le llama, que le cierre los ojos y le acueste en la tierra!...

Hubiera sido hacer una injusticia al Rey el no confesar, modestia aparte, que con aquellos arreos hacía yo muy buena figura a caballo.

En algunos pocos se hubo de lidiar con los errores, siendo tan fácil el convencerlos, cuan difícil el hacerles confesar que lo estaban. Pero en fin, obrando la razón, y la gracia a lo que se puede creer, todos confesaron sus engañosos delirios, exceptos solos dos que quisieron estar pertinaces.

Si por estas razones es preciso confesar que la mitología griega y romana, que, entre los españoles, como entre todos los pueblos románticos, no se había olvidado del todo, vivía aún en la memoria de los habitantes de la Península, tampoco podrá negarse que el espíritu de nacionalidad era tan poderoso, que se había asimilado por completo sus imágenes é ideas.

Don Quijote le llamaban sus compañeros; y hoy, que ya es todo un guapo mozo, no parecerá imprudente confesar que el mote le estaba como anillo al dedo.

Visiblemente emocionada y hasta confusa, la mirada baja, distraída, preocupada; acababa de ser sorprendida en una lectura que la turbaba notablemente; era claro. ¿Qué podía leer que la inmutara a tal extremo después de todo lo que había leído, y que no quería confesar después de todo lo que había confesado? Mis dudas se convirtieron en sospechas.

Se tenía que confesar la Regenta, aunque pensando un instante nada más en ello, que la complacía encontrar a su salvador, tan airoso y bizarro; tan distinguido como decía Obdulia, que en esto tenía razón.