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Y si Dios, en su infinita bondad, se dignara concedernos la suprema merced de besarle en la frente e iluminar su inteligencia con los destellos del genio, desearía igualmente que fuera la suya una genialidad única, personal, sin parecido alguno con las demás lumbreras que han florecido en la tierra. Quiero, pues, que sea un modelo, pero no imitado ni imitable.

Por tanto A V. E. Pido y suplico mande concedernos y nos conceda licencia para que podamos correr ocho toros y nos facultad para poder arrendar las bocas de las calles para limpieza y gastos de la dicha plaza del Duque. Otro se nos de licencia que la carne de los dichos toros se pueda pesar en la carnecería ocho maravedís menos conforme á la sedula de los Sres.

Pero hoy, ¡loado sea Dios!, no tenemos ni que hacer sutiles razonamientos para apropiarnos lo que sólo a medias nos pertenece, ni que recoger las migajas de los autores de segundo orden, puesto que plugo a la Providencia concedernos simultáneamente dos ingenios peregrinos, bastante cualquiera de ellos para ilustrar una comarca menos reducida que la nuestra; montañeses ambos hasta los tuétanos, pero diversísimos entre , a tal punto que puede decirse que se completan.

Ambos éramos solteros, y compartíamos las confortables habitaciones que habíamos tomado en la manzana de casas, divididas en pisos, recientemente construidas en la calle Great Russell; y como éramos aficionados a la caza de zorros, el único deporte que podíamos concedernos como goce, también alquilábamos juntos una casa anticuada y barata, en una aldea rural, conocida con el nombre de Helpstone, a ochenta millas de Londres, situada en la posesión de los Fitzwilliams.

Entraré y la diré... no , no ; cuando me vea delante de ella, después de tantos años... ¡Dios mío! ¡no tendré valor! ¡y si ese hombre sale! cara a cara no le he visto, desde aquella vez que le llamé ladrón con todas sus letras... ¡Ah! y aquella otra que estuvo en casa, de luto, el muy hipócrita, a entregar la herencia irrisoria que se dignó concedernos... Llevo toda la sangre revuelta, y cuanto más me acerco, más me abandona el valor... Creí que la provisión hecha, después de tanto cavilar y llorar, alcanzaría hasta el fin de mi empresa... Vamos, Casilda, no olvides que este sacrificio que haces, es por salvar a Quilito.

Era día de mercado, y estaba la villa, ¡madre de Dios!, que daba miedo. ¡Cuánta gente! ¡Qué ir y venir bestias, carros y diligencias! Te aseguro que aquello me espantó; díjeme: «esto no es para ...»; y volvíme á casa dando gracias á Dios por la paz que quiso concedernos en este bendito rincón. Para dar una idea del color verdaderamente local de la población comillana, bastan estos dos ejemplos.

Vive Dios, que se le olvidan Más de doce mil que fueron A Granada, y á otras partes; Y aun era tan recio el tiempo, Que se morían más postas Que tienen las cuentas ceros. Más: de dar á sacristanes, Que las campanas tañeron Por las victorias, que Dios Fué servido concedernos, Seis mil ducados, y treinta Y seis reales. ; que fueron Infinitas las victorias, Y andaban siempre tañendo.