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Yo comprendo, yo comprendo, mon pauvre ami; los Padres te han convertido.... El que se rió ahora fué Belarmino, y de la mejor gana: ¿Convertirme? ¡Qué proyectil! Belarmino juntó en un racimo las yemas de la diestra mano, se las llevó al entrecejo y silabeó confidencialmente: ¡El Inteleto! Y luego, cambiando de tono: Algo me he ayudado con un libro de los Padres.... ¿Te lo prestaron?

13 de enero de 1828. ¿Hasta cuándo continuaré escribiendo en este libro? Sólo Dios lo sabe. Comprendo que, a pesar de mis años, tengo sobre la tierra deseos y pasiones, y esto me aflige; mi corazón, sin embargo, es de Dios, a quien diariamente suplico se apiade de .

Me encuentro en un gran compromiso dijo Montiño renunciando de todo punto á hacer cargos á su mujer, y rompiendo para salir de la situación por donde primero se le ocurrió. ¡Un compromiso! , por cierto, tengo un sobrino. Pues no comprendo... Ese sobrino ha venido á Madrid. ¿Y bien? Necesito traerle á vivir aquí. ¡Aquí, como quieras! Pero hay un obstáculo. ¿Cuál? Inesita. ¡Ah!

¡Farsa! exclamó con enojo el diplomático . Pero ya comprendo el juego. Lo mismo hace mi sobrina cuando quiere obligarme a que revele los secretos de Estado.

Todos los pecados, por monstruosos que sean, reciben absolución en el confesonario; pero la más mínima duda del confeso en materia de fe nos impide absolverlo. Ahora bien: como todo esto es de sentido común, debe permanecer en secreto para los que no tienen sentido común, sean clérigos, sean seglares. ¿Comprende usted? Comprendo, comprendo asentí.

Comprendo, don Luis, que usted se halle bien ufano de las suyas, pero ¿por qué no quiere usted dejar a los demás la ilusión de que no escriben cosas despreciables?

La cuestión es ahorrar algo. El que ahorra algo está salvado. ¡Oh Dios mío! exclamó por lo bajo la condesa dando un suspiro . Lo que yo no comprendo es cómo se puede vivir con dos pesetas, cuanto más ahorrar. Los ingenieros les invitaron a visitar su sala de estudio y laboratorio. En éste había un magnífico microscopio, que fué lo que les llamó la atención.

Había parecido todo el día más glacialmente desdeñoso, y aun en este momento, a solas con su joven y encantadora esposa, en los umbrales de la cámara nupcial, no tenía para su mujer otras caricias que una sonrisa burlona en sus labios y en sus ojos una perversa mirada. Querida mía le dijo de pronto , ¿sois del viejo régimen? ¿Viejo régimen?... perdón... no comprendo.

En ella cuerpo y alma son como los de la Santísima Virgen María. ¡Oh!, no exageres dijo Pablo con inquietud . No puede ser tan hermosa como dices.... ¿Crees que yo, sin ojos, no comprendo dónde está la hermosura y dónde no? No, no; no puedes comprender... ¡qué equivocado estás!

Pero yo le he llamado aquí para un asunto que le atañe de un modo más directo. Le acusan a usted de corruptor de una menor. EL JUEZ. Comprendo su emoción. ¡Sin embargo, hay una querella contra usted!