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Dos detectives se trasladaron a las habitaciones de Hales, en la calle Lomer Seymour, como a las dos de la mañana, pero él, comprendiendo que Dawson había cumplido su amenaza, se encerró y aseguró bien las puertas. Cuando, al fin, consiguieron echar una abajo, lo encontraron tendido en el suelo, completamente muerto, con un revólver a un lado.

Comprendiendo tarde, ¡al perderla! cuánto amaba a Clarita, me volví desesperado a la estancia.

Cabalmente son subscriptores también todos los hombres notables de la política y de la Bolsa. Sólo usted nos faltaba, como quien dice. En ese caso dijo don Simón comprendiendo entonces la intención del periodista, que no era seguramente la de regalarle el periódico , envíeme usted el recibo. A su tiempo, señor de los Peñascales.

Y sus hijas tambien, con patriotismo, Bendan al que cayó con heroismo Defendiendo su hogar y castidad; Y comprendiendo su mision inmensa Se entregan de la patria á la defensa Ofreciendo sus hijos en su altar.

¡Cuántos deseos tenía ya de que llegase este momento!... exclamé, comprendiendo que no estaba en situación, como se dice en el teatro. No puede usted figurarse el ansia con que lo esperaba, Gloria... ¿Y por qué tenía usted tantos deseos? Porque me atormentaba en el corazón el afán de decirle a usted que la idolatro. ¡Noticia fresca!

Pero el entusiasmo con que dijo estas palabras, se desvaneció ante la fría sonrisa de la artista. Amigos; eso es dijo con lentitud: amigos nada más. Entre nosotros hay un muerto que nos impide aproximarnos. ¿Un muerto? preguntó Rafael no comprendiendo a la artista. ; aquel amor que mataste... Amigos nada más; camaradas unidos con la complicidad del crimen.

El mar de Joló ó de Mindoro, que con ambos nombres se le designa, está limitado al N. por la costa S. de Luzón, comprendiendo las provincias de Batangas, Tayabas, Camarines y Albay. Por el E. Mindoro y la dilatada isla de Paragua, que corriéndose desde esta última hasta la de Borneo lo cierra por aquella parte formando el estrecho de Balábac.

Comprendiendo de una vez toda su desgracia, cayó al suelo como herido por un rayo. Estuvo algunos días entre la vida y la muerte. Cuando recobró el conocimiento, hizo telegrafiar a su cuñado D. Martín, el cual se presentó inmediatamente y le condujo a Peñascosa.

La leyó velozmente, y después dejó escapar un grito de espanto, comprendiendo que la hija de Burton Blair había huido del hogar.

Se acordaba de los largos y reflexivos mutismos del herido después de algunas palabras imprudentes. A los dos días de recibir sus cuidados había tenido un movimiento de rebeldía, evitando el salir con ella á paseo. Pero, falto de vista, comprendiendo la inutilidad de su resistencia, había acabado por entregarse con una pasividad silenciosa.