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Aquel tejemaneje industrial y administrativo en que por fas o por nefas siempre figuraban Körner y Nepomuceno manejándolo todo, les había costado no pocas reyertas, y no pocas componendas... y no pocos cuartos, por la necesidad de vencer escrúpulos de la ley y de la Administración pública, representada por el personal respectivo; pero hoy una comilona, mañana otra, regalitos, palmadas en el hombro, recomendaciones y otros expedientes, habían ido allanándolo todo.

No pensaba en semejante cosa el tuerto Bermúdez, que le escuchaba sin pestañear y bostezando a ratos; y eso que podía jurar que lo de las artimañas y las componendas con las clases inferiores, iba con él porque era rico y del solar de Peleches, y vivía en Sevilla, y tenía negocios y amigos de muchas castas en varias partes, incluso Villavieja; sabía también que los Vélez de la Costanilla le detestaban con cuanto le pertenecía, y que si venían a visitarle entonces era sólo por darse lustre y venderle la fineza; sabía además que el resoplado Vélez, con todos aquellos pujos de idealismo aristocrático, era, so capa, el mayor y más funesto intrigante que había en Villavieja, con excepción del otro, de Carreño, el de la Campada, que allá salía con él en intrigas y en agallas; y sabía, por último, que era relativamente pobre y pobre vanidoso, vivía retraído y envidioso y maldiciente, lo mismo que sus hijos e igual que todos sus fidalgos progenitores.

Hasta las palomas, hija mía, hasta las palomas cuando pasan de cierta edad, se hacen cariños así... de una manera sesuda». Jacinta se reía con esto; pero no admitía tales componendas.

Había ido con el propósito de romper aquellos lazos, si la novia de su hermano no se prestaba medianamente a ello; pero cuando la vio tan humilde, tan resignada a su triste suerte, entrole apetito de componendas y de mostrar sus habilidades de zurcidor moral. «He aquí una ocasión de lucirme pensó . Si consigo este triunfo, será el más grande y cristiano de que puede vanagloriarse un sacerdote.

Verdad que acaso pudiera alcanzar la meta de mis deseos sin necesidad de componendas, porque la actitud, pasiva hasta entonces, de doña Tula lo hacía verosímil. Pero ¿quién me aseguraba que de la noche a la mañana no cambiasen totalmente las cosas?