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Un joven arquitecto, italiano, que el gobierno ha contratado para concluir la obra, se ha comido ya todas las uñas y el bigote mirando la esfinge. Mi humilde opinión es que ha llegado el momento de llamar al homeópata, para satisfacción de la familia, porque el Capitolio está muy enfermo y no le veo mejoría posible.

En corroboración de esto, puedo decir que tardé más de dos años en distinguir la fea de la guapa; hoy ¡ah! hoy ya es otra cosa; he comido mucho plátano, y he estado trimestres enteros sin ver siquiera un cuarto de cara de las de allá, así que puedo asegurar que Angué es muy guapa. Fotografiémosla.

Hemos tendido sobre la hierba nuestros manteles, y comido juntos, los pastores, nuestros criados y nosotros. Terminada la comida, hemos vuelto a montar en nuestros borriquillos y empezado el descenso de la montaña por diferente camino del que habíamos ascendido, el cual está rodeado de avellanos campestres.

Sin duda vms. no tienen moneda del pais, pero tampoco se necesita para comer aquí, porque todas las posadas establecidas para comodidad del comercio las paga el gobierno. Aquí han, comido vms. mal, porque estan en una pobre aldea; pero en las demas partes los recibirán como se merecen.

Años antes se había comido los últimos restos de su fortuna. El destino que con grandes fatigas pudo conseguir de González Bravo, se lo quitó despiadadamente la revolución; no gozaba cesantía, no había sabido ahorrar. Quedose el cuitado sin más rentas que el día y la noche, y la compasión de algunos buenos amigos que le sentaban a su mesa.

Con la vieja, lo mismo que con la joven, yo hacerme respetar y dejar bien puesto mi decoro». Ya se proponía contraponer al mirar cargantísimo de aquel punto una ojeada de desprecio, cuando el de los caracoles, vaciado, comido y chupado el último, y puesta la cáscara en su sitio, pagó el gasto; se colocó en los hombros la capa, que se le había caído; encasquetose la gorrilla, y levantándose se fue derecho al desteñido caballero, y con muy buen modo le dijo: «Sr. de Ponte, perdóneme que le haga una pregunta».

¿Cómo encareceré yo mi tristeza y pena? Fue tanta, que considerando lo poco que había de entrar en mi cuerpo, no osé, aunque tenía gana, echar nada de él. Entretuvímonos hasta la noche. Decíame don Diego que qué haría él para persuadir a las tripas que habían comido, porque no lo querían creer. Andaban vahídos en aquella casa como en otras ahítos.

Compramos avellanas, peras, cerezas y rosquillas en todos los puestos de la romería, convidámonos recíprocamente la familia, el exclaustrado y yo; vi un desafío á los bolos entre mozos de lugar y otros tantos forasteros; los «¡vivasque nos echaron los danzantes, encaramándose unos sobre otros hasta formar lo que ellos llaman castillo, y los que también hubo para las demás personas que les habían dado dinero; y volvimos á casa al anochecer, despidiendo al predicador después de haber tomado chocolate y agua de limón todos juntos, como si no hubiéramos comido al mediodía.

21 Porque ¿qué deleite tendrá el de su casa después de , siendo cortado el número de sus meses? 22 ¿Por ventura enseñará él a Dios sabiduría, juzgando él las alturas? 23 Este morirá en la fortaleza de su hermosura, todo quieto y pacífico. 24 Sus senos están llenas de leche, y sus huesos serán regados de tuétano. 25 Y este otro morirá en amargura de ánimo, y no habiendo comido jamás con gusto.

He comido con los marqueses de Vegallana; eran los días de Paquito; se empeñaron... no hubo remedio; y no mandé aviso... porque era ridículo, porque allí no tengo confianza para eso.... ¿Quién comió allí? Cincuenta, ¿qué yo? ¡Basta, Fermo, basta de disimulos! gritó con voz ronca la de los parches.