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Zadig, por ponerlos conformes, les dixo: Pues no comamos grifo, si grifos hay; y si no los hay, ménos los comerémos, y así obedecerémos á Zoroastro.

Y ella respondió: Esta mujer me dijo: Da acá tu hijo, y comámoslo hoy, y mañana comeremos el mío. El día siguiente yo le dije: Da acá tu hijo, y comámoslo. Mas ella ha escondido su hijo. 31 Y él dijo: Así me haga Dios, y así me añada, si la cabeza de Eliseo hijo de Safat quedare sobre él hoy. 32 Y Eliseo sentado en su casa, y con él estaban sentados los ancianos; y el rey envió a él un varón.

Puesto que los acontecimientos se imponían, él no tenía más que inclinarse. Los rayos de sol que brillaban sobre la bandeja de plata, atrajeron sus miradas. ¿Otra carta? dijo, tomando un sobre. ¡Ah! es de la señora de Husson. Y leyó: «Amigo mío: »Esta noche comeremos en Armonville. He resuelto hacer locuras; en seguida iremos a la fiesta de Neuilly.

Vamos a comer a la fonda. Gracias; mejor quiero no comer. Comeremos bien, iremos a Genyeis: es la mejor fonda. Linda fonda: es preciso comer de seis o siete duros para no comer mal. ¿Qué aliciente hay allí para ese precio?

31 No os acongojéis pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o con qué nos cubriremos? 32 Porque los gentiles buscan todas estas cosas; que vuestro Padre celestial sabe que de todas estas cosas tenéis necesidad. 33 Mas buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.

EL CONDE. , Astolfo, hay que ser económicos. Seamos como aquella burguesa prudente que, después de casar a su hija, se nutrió durante medio año con los restos del festín nupcial. Escatima cada pedazo, pésalo, calcúlalo. Si se cubre de moho, corta la parte superior; a pesar de eso, lo comeremos muy a gusto.

Ya sabes que no los paso, como no sean bien frescos. Comerá usted lo que le den, sin refunfuños, que el poner tantos peros a la comida que Dios da, es ofenderle y agraviarle. Bueno, hija, lo que quieras. Comeremos lo que haya, y daremos gracias a Dios. Pero come también, que me da pena verte tan ajetreada, desviviéndote por los demás, y olvidada de ti misma y del alivio de tu cuerpo.

Cuando entró Romagné en el período de franca convalecencia, su huésped y salvador, que tantas veces le había trozado el pan y partido los biftecs, le dijo: A partir de este momento, comeremos siempre juntos. Sin embargo, si prefieres comer en la cocina, también serás allí perfectamente alimentado, y es posible, tal vez, que te encuentres más a gusto.

Supuesto que estamos los que hemos de comer exclamó don Braulio, vamos a la mesa, querida mía. Espera un momento le contestó su esposa casi al oído; con tanta visita yo he faltado unos momentos de allá dentro, y... Bien, pero mira que son las cuatro... Al instante comeremos. Las cinco eran cuando nos sentábamos a la mesa.

Lo veremos...¿Pero os vais? , es ya tarde y voy á palacio. No quiero deteneros, señor; ¿pero volveréis? , esta tarde; si para cuando yo llegue ha venido don Francisco, cuento con que me le tendréis entretenido. Se me ocurre una idea: comed hoy conmigo; os trataré bien, y sobre todo, Quevedo comerá con nosotros. Convengo en ello; comeremos juntos los tres, pero por ahora, adiós.