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Y usted, patrón, que es viejo para ir á la guerra, tendrá que comer como yo, con todos sus millones... Reconozca que esto es hermoso. Desnoyers no se ofendía por la maliciosa satisfacción que inspiraban al carpintero sus futuras privaciones. Estaba pensativo.

Durante toda esta escena, Currita no había perdido de vista un momento a Jacobo, que escuchaba atentamente sin darse prisa a subir a su cuarto a lavarse y descansar. Al disolverse la reunión, porque la hora de comer se aproximaba, echóle de menos Currita en la terraza; asomóse vivamente a la sala de lectura, salió al patio y no le encontró por ninguna parte.

Un día, por ejemplo, le venía en mientes comer con los criados humildemente como si fuese uno de ellos.

A veinte y dos reales, ni un cuarto menos». «Pero déjela ver... ¡ay qué hombre! ¿Cree que me voy a comer la pieza?»... «A veinte y dos realetes». «¡Ande y que lo parta un rayo!». «Que te parta a ti, mal criada, respondona, tarasca...». Era muy fino con las señoras de alto copete. Su afabilidad tenía tonos como este: «¿La cúbica? que la hay. ¿Ve usted la pieza allá arriba?

En la primera escala enviaremos un telegrama á mi criado para que lo transmita á la señora de Freneuse. Una vez que esa señora esté tranquila sobre la suerte de su hijo, todo irá bien. Los señores pueden bajar á comer cuando gusten, dijo el camarero apareciendo en la puerta de la cámara. ¡Á la mesa! Cada uno de ellos cogió á Jacobo por un brazo y los tres se dirigieron al comedor.

Conforme adelantaba la lección de comer, y menudeaban las reprimendas y castigos, Cónsul se ponía más huraño y nervioso, gruñendo sordamente con los dientes apretados.

El único defecto que hallan en es el de que estoy muy delgadito, a fuerza de estudiar. Para que engorde se proponen no dejarme estudiar ni leer un papel mientras aquí permanezca, y además hacerme comer cuantos primores de cocina y de repostería se confeccionan en el lugar. Está visto: quieren cebarme. No hay familia conocida que no me haya enviado algún obsequio.

Si la salvación depende de no comer jamón o de no beber alcohol, o de beber tres gotas diarias de orines de vaca sagrada, o de no comer vaca profana en día viernes, son asuntos que están fuera de la ciencia positiva, porque los problemas imaginarios sólo pueden ser planteados y resueltos por las ciencias imaginarias.

Sin embargo, Miguel medita un momento, y dice: ¡Mira, , que si Eulalia viniera ahora!... Ya no sube hasta la hora de dormir... ¿No ves que vamos a comer en este momento? Y si viene, ¿qué, recontra?

Al mediodía volvió Neluco, que no halló en el enfermo nada de particular ni de nuevo, ni quiso acceder al ruego que le hice de quedarse a comer con nosotros; ruego que, por su parte, me había desairado ya el Cura.