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Como no salía de casa, su principal afán era que le compraran periódicos, suplementos, hojas volantes o extraordinarios, que por aquel año de 1872 se publicaban en prodigioso número, y cuantos amigos iban a verle sabían que su conversación favorita era el curso de la guerra, cuyas noticias él comentaba con recuerdos de la campaña del 33 al 40, y de los movimientos militares de entonces, que ahora, en concepto suyo, debían repetirse.

Pero él entró en el coro menos tranquilo que solía. Arrellanado en su sitial del coro alto, manoseando los relieves lúbricos de los brazos de su silla, De Pas, mientras los colegiales ponían el grito en el cielo, comentaba, como si rumiara, las revelaciones de la Regenta.

Luego, el buque avanzó por el canal con una rapidez desusada en estos parajes. La gente, asomada á las bordas, comentaba los extraordinarios encuentros en este bulevar marítimo, frecuentado ordinariamente por buques de paz. Unos humos en el horizonte eran los de la escuadra francesa llevando al presidente Poincaré, que volvía de Rusia. La alarma europea había interrumpido su viaje.

Con una de sus comidas á mediodía comentaba Gurdilo podría mantenerse la guarnición entera de nuestra capital; con una de sus cenas habría bastante para la alimentación de toda la escuadra del Sol Naciente.

¡Ah ladrón, profeta falso! gritó el estanciero con voz estentórea. Pero Desnoyers no se inmutó ante el insulto. Había oído muchas veces á su patrón las mismas palabras cuando comentaba algo gracioso ó al regatear con los compradores de bestias.

Luis sentía ciertos entorpecimientos en el deseo y dejaba para más adelante la fácil empresa, como si le cohibiese el recuerdo del período de la infancia que habían pasado juntos. Toda la ciudad comentaba los escándalos de la Marquesita a la que regocijaba mucho el asombro de las gentes tranquilas.

Poco después, don Felipe Pérez y González, al par que comentaba con acierto algunos de los pasajes más oscuros de esta novela, dedicóse con feliz éxito a allegar datos para la vida de su autor, y diólos a conocer en diversos artículos, que publicó en La Ilustración Española y Americana y reimprimió juntos en 1903, con otros de carácter crítico.

No era por la carne. «El hambre no tiene ley, y la carne la ha hecho Dios para que la coman los hombres.» ¡Pero al menos que dejasen la piel!... Y comentaba tanta maldad repitiendo siempre: «Falta de religión y buenas costumbresOtras veces, los merodeadores se llevaban la carne de tres vacas, abandonando las pieles bien á la vista; y el estanciero decía sonriendo: «Así me gusta á la gente: honrada y que no haga mal

Valls comentaba irónicamente el orden social en que habían vivido, escalonadas durante siglos, las diversas clases de la isla, y del que quedaban aún muchos peldaños intactos. Arriba, en la cúspide, los orgullosos butifarras; luego los nobles, los caballeros; después los mossons; tras éstos los mercaderes y los menestrales, y a continuación los payeses, cultivadores del suelo.

La última extravagancia que había cometido, y de la cual le enteró el secretario del obispo, le puso en un estado tal de confusión y enojo que en muchos días no quiso hablar con ella, ni menos se avino a confesarla. El suceso había trascendido y se comentaba mucho y se reía no poco también.