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Los vecinos del pueblo, que miraban con afición al comandante, o más bien al comendante, que era como le llamaban, y que al mismo tiempo conocían sus apuros, hacían cuanto podía para aliviarlos. No se hacía matanza en casa alguna sin que se le enviase su provisión de tocino y morcillas. En tiempo de la recolección, un labrador le enviaba trigo, otro garbanzos; otros le contribuían con su porción de miel o de aceite. Las mujeres le regalaban los frutos del corral; de modo que su beata patrona tenía siempre la despensa bien provista, gracias a la benevolencia general que inspiraba don Modesto; el cual, de índole correspondiente a su nombre, lejos de envanecerse de tantos favores, solía decir que la Providencia estaba en todas partes, pero que su cuartel general era Villamar. Bien es verdad que él sabía corresponder a tantos favores, siendo con todos por extremo servicial y complaciente. Levantábase con el sol, y lo primero que hacía era ayudar a misa al cura. Una vecina le hacía un encargo, otra le pedía una carta para un hijo soldado; otra, que le cuidase los chiquillos, mientras salía a una diligencia.

128 Vide el pleito mal parao y no quise aguardar más... es güeno vivir en paz con quien nos ha de mandar; y reculando pa atrás me le empecé a retirar. 129 Supo todo el comendante y me llamó al otro día, diciéndome que quería aviriguar bien las cosas... que no era el tiempo de rosas, que aura a naides se debía.

Pos ¿quién te le dió, cuando debieron haberte leído la sentencia de muerte? Un cabo de cañón y un terrestre de mucha soflama que mandaban allí. ¿Y el señor comendante y los oficiales? Harto tuvieron que hacer con tomar puerto en la cámara, después de tumbar á media docena de prenunciaos. Pero, retiña, ¿cómo no te ahorcaron al saltar á tierra?

109 Sólo una manta peluda era cuanto me quedaba la había agenciao a la tabla y ella me tapaba el bulto; yaguané que allí ganaba no salía- ni con indulto. 110 Y pa mejor hasta el moro se me jue de entre las manos; no soy lerdo pero, hermano, vino el comendante un día diciendo que lo quería pa enseñarle a comer grano.

950 Ante aquella autoridá permanecían suplicantes, y, después de hablar bastante, "Yo me lavo"; dijo el Juez, "Como Pilatos los pies: esto lo hace el Comendante." 951 De ver tanto desamparo el corazón se partía; había madre que salía con dos; tres hijos o más, por delante y por detrás, y las maletas vacías. 952 "¿Dónde irán?", Pensaba yo, "¿a perecer de miseria?

306 Pero, amigo, el comendante que mandaba la milicia, como que no desperdicia se fue refalando a casa; yo le conocí en la traza que el hombre traiba malicia. 307

¡El comendante!, ¡el comendante! gritaron todos los presentes.

Déjenme seguir mi cuento, o historia de las raciones. 1017 La Bruja las recebía, como se ha dicho, a su modo; las cargabamos, y todo se entriega en la mayoría. 1018 Sacan allí en abundancia lo que les toca sacar, y es justo que han de dejar otro tanto de ganancia. 1019 Van luego a la compañía; las recibe el Comendante, el que, de un modo abundante, sacaba cuanto quería.