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Sin duda la presencia de estos viejos ha resucitado en la memoria de la muchacha la imagen de otros viejos largamente olvidados. La trémula Baucis da explicaciones. Dos días en ferrocarril. Han huído con todo lo que pudieron llevarse. Su última comida fué en la tarde del día anterior; pero esto no les aflige: los viejos comen poco. Lo que les aterra es el cansancio.

Me parece que no, y procuraré demostrarlo. Rechacemos la doctrina de Gómez Pereira y de Descartes, quienes acaso intentaban disculpar con ella la voracidad y la crueldad de los hombres, que sin chispa de compasión comen vacas, carneros, cerdos, perdices y otros muchos seres animados, vivíparos y ovíparos.

Los soldados son así explicó el tío Correa . Allá donde van se lo comen todo, y lo que no se comen lo rompen ó se lo apropian. Cuando ven á una mujer sienten excitado su heroísmo, lo mismo que si oyesen sonar el toque de asalto.... Total: que algunos más atrevidos intentaron unir los actos á las palabras, abrazando á Eva.

Dónde nos hemos metido... ¿Qué importa? ya ve usted que no se la comen. Muchas señoritas podrían aprender crianza de estos pela-gatos.

Si no lleva usted panderetas con figuras de toros, chulos u otras porquerías así, se lo comen vivo. Veremos si encuentro algunas acuarelas. También necesito mantas, moñas de toros, y trataré de encontrar algún cacharro de carácter.

Porque me va usted a pedir cosas que... me tendré que ir de la casa y no me trae cuenta, porque el señor, cuando venga, va a emplear a mi papá en consumos. Yo emplearé a tu papá y a toda tu familia. ¡Qué fuerte se conoce que le ha entrao a usted! Por supuesto que no me extraña, porque a mi señorita toos los hombres se la comen con los ojos...; verdad que se quedan iguales, con las ganas.

Que esto sea dentro de un año, de dos, de veinte, poco importa, con tal que suceda. Mientras más tiempo espere más ganas tendré; las buenas tajadas se comen frías, como la cabeza de jabalí con vino blanco. El contrabandista decía tales palabras de una manera sencilla; pero los que le conocían adivinaban en ellas algo peligrosísimo para Yégof.

Yo me alegraría de que el sacrificio del rey Usinar hubiera tenido mejor resultado, pero como no le tuvo, los hombres siguen siendo peor que los gavilanes y se comen sin escrúpulo cuanto de vivo cogen por delante y les parece suculento y apetitoso.

En un café de mesas coloradas, con letras moras en las paredes, los aissauas, que son como unos locos de religión, se sacan los ojos y se los dejan colgando, y mascan cristal, y comen alacranes vivos, porque dicen que su dios les habla de noche desde el cielo, y se los manda comer.

Tenéis razón; yo no veo en el mundo, alrededor mío, aturdiéndome siempre con su charla insoportable, dándome náuseas con su vanidad estúpida, repugnándome con sus vergonzosos vicios, más que miserables divididos en dos mitades: los comidos y los que comen; tenéis razón, yo no tengo alma ni corazón ni más que indiferencia, ó hastío ó mala intención, para el mundo; pero yo, en medio de ese mundo, tengo un pequeño mundo mío, que me consuela del otro, por el que lucho, por el que vivo, para el que tengo alma, corazón, amor, lágrimas; el uno, el primero de esos cuatro seres, es el duque de Osuna, alma grande, noble y generosa, cuyo pensamiento comprende el mío, cuyo corazón no late sino por lo grande, por lo verdaderamente grande, y que tan grande es, que los que no le comprenden le llaman extravagante; el duque y yo nos fuimos aproximando el uno al otro insensiblemente, porque debíamos estrechar la distancia que nos separaba; nos unimos al fin, porque era necesario que nos uniéramos, y al cabo nos confundimos de tal modo, que el duque se reflejó en , y yo me reflejo en el duque; que yo sin Osuna sería un filósofo arrinconado, y Osuna sin un águila sin alas.