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Y cuando yo sea grande, me comprarán tres vestidos cada mes, y un reló con diamantes y botas a la emperatriz. Yo voy también al colegio con ésta; y en mi casa se come principio todos los días, y los domingos se toma café; y mi papá tiene un perro en la huerta que muerde a las tarascas pegotonas.

No hay que preguntar. ¿Tarda? Es que le está contando sus rarezas de usted, tirano de la casa, y lo que con usted sufre la señora, que es una malva la infeliz. El zapatero sabe lo que se come en cada cuarto, y a qué hora.

Pero ¡mardita sea! dijo el picador . ¡Quítate ese chisme de entre las roíllas! ¿No ves que me está apuntando y que puee ocurrí una desgrasia? La carabina del bandido, ladeada entre sus piernas, dirigía su negro agujero hacia el picador. ¡Cuerga eso, malaje! insistió éste . ¿Es que lo nesesitas pa comé? Bien está así.

Algunos de esos invernales estaban ya ocupados. De noche come el ganado prendido en la pesebrera, de la «ceba» del pajar, segada en las hazas en agosto; de día pasta al aire libre, mientras el tiempo lo consiente, al cuidado de sus dueños, que después de dejarlo recogido al anochecer, bajan a dormir al pueblo; al revés que en verano, durante el cual duermen amontonados en la choza, quedando la cabaña «acurriada», es decir, reunida en la majada circundante.

Véase lo siguiente, que extracto de este libro: Tomo II, pág. 3. «La Comedia. Cualquiera, que desea ir al teatro un día de fiesta por la tarde, come apresuradamente al mediodía y no se detiene mucho tiempo en la mesa, temeroso de no encontrar asiento. Llega á la puerta del teatro, y lo primero que procura hacer es no pagar.

Sentado en un banco Agapo, el filósofo cínico, ha visto con mirada distraída el desfile de bolsistas; tiene sobre sus rodillas un periódico doblado en cuatro, a guisa de servilleta, y come tranquilamente una rueda de salchichón, un trozo de queso, pan y dos naranjas, de postre.

Inmediatamente sentía pasar por el alma, con una lentitud de brisa, un rumor humilde de murmuraciones irónicas: Bien, entonces, come, duerme, báñate y ama. Yo así lo hacía.

Unos dan el brinco directamente al río; otros, perjeños ignorantes de las costumbres de su raza, saltan del lado de la enorme boca maternal que los recibe y engulle en un segundo. Se calcula que la caimana se come la mitad de sus hijos.

Cuánto has engordado, Gonzalito. ¡Vaya un real mozo! ¿Por qué no creces como él, Periquito? Don Gonzalo, les come usted las sopas en la cabeza a todos los mozos de Sarrió. Crecer no ha crecido, lo que ha hecho es doblar de cuerpo. Ven acá, granadero, dame un abrazo apretado. Un patrón de barco afirmó que se parecía como una gota de agua a otra al Príncipe de Gales.

Psss... bisbiseó Fidel, requiriéndome con cabezadas a que me acercase más . Levante usted el mantelillo. Levanté una punta. Descubrí abundancia de guisos y viandas, entre otras, un opulento trozo de roastbeef. Es la comida de don Guillén indicó el camarero . Si no promiscua, o promiscúa, que yo tampoco cómo se pronuncia, al menos come de carne.