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Tengo completo dominio sobre mismo, no obstante el color engañador de mis cabellos; y si el lector insiste en que a pesar de todo lo dicho me hubiera valido más dedicarme a algún trabajo útil, sólo añadiré que mis padres me habían dejado en herencia diez mil pesos de renta y un carácter aventurero.

El triste lamentar y las endechas Que cada cual cantaba de su modo, A la falta del pan iban derechas, Que en tratar de comer estaba todo. Las carnes consumidas y deshechas, Los rostros de color de puro lodo, Perdiò el amor su fuerza aquì de hecho, Que cada cual miraba su provecho.

Entramos primer domingo después de Cuaresma en poder de la hambre viva, porque tal laceria no admite encarecimiento. El era un clérigo cerbatana, largo sólo en el talle, una cabeza pequeña, pelo bermejo. No hay más que decir para quien sabe el refrán que dice, ni gato ni perro de aquella color.

Como si se recreara en su propia infamia aquella criatura perdida y llena de desesperación, había bordado la divisa fatídica en paño de color escarlata, con hilos dorados, y con todo el arte de que es capaz la aguja; de tal modo, que aquella A mayúscula podría haberse tomado por la inicial de la voz Admirable ó de otra por el estilo, excepto la de Adúltera, que realmente significaba."

Le daba miedo ver tanto gitano; le inspiraban inquietud estos hombres de color de bronce y mirada aviesa, como bandidos de carretera. Temía a las mujeres viéndolas de lejos vociferar y amenazarse en un lenguaje extraño, del que sólo entendía algunas palabras.

Riéronse todos mucho, y yo me esforcé para que no me desmintiese la color, y díjele que tenía deseo de ver aquel hombre, porque me habían dicho infinitos que le era parecidísimo. ¡Jesús! -decía el don Diego-. ¿Cómo parecido?

Por fin, Rosalía confortó su espíritu con un veremos, y el rostro de la Tellería iluminose con un chispazo de alegría. Por aquellos días volvió de Archena D. Manuel Pez, contento de lo bien que le habían sentado las aguas, con buen color, mejor apetito y ánimos para todo.

Su hermana primera, a quien habían tocado aún algunos rayos débiles del esplendor de la casa, logró casar ventajosamente con el hijo de un banquero rico. Nada aprovechó a su familia. Ni D. Antonio ni su hijo Antoñito pudieron ver el color de las monedas de su yerno y cuñado respectivamente. Las otras dos también casaron con jóvenes distinguidos, pero sin dinero.

Eran circos de construcción más o menos reciente, unos de estilo romano, otros árabes, con la banalidad de las iglesias nuevas, donde todo parece vacío y sin color.

El aire era transparente, la sierra tomaba un color de violeta obscuro, la llanura se teñía de gris; por el ambiente corrían las frías claridades, el aliento fresco que denunciaba la proximidad del invierno. No hace más que cuatro días que la señorita ha llegado y ya parece otra dijo la doncella que se hallaba a sus pies arrodillada cambiándole el calzado.