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Hemos hablado de la belleza singular de Perla, belleza de tintes vivos y profundos, de tez brillante, ojos que poseían á la vez fulgor é intensidad meditativa, y un cabello de color castaño, lustroso, suave, y que más tarde serían casi negros. Toda ella era fuego y parecía el fruto de un momento de pasión impremeditada.

Pero sabido es que la poesía es el arte de la simplicidad y de la exageración, o de la exageración simplista, pues las pasiones, como todo fenómeno individual, nada tienen que ver con el color del pelo o el matiz del cutis.

¡Creo que ha muerto! me contestó lacónicamente Marijuán, picando espuelas y alejándose de . Tan estupenda noticia dió nueva dirección a mis alborotados pensamientos. El aspecto de la refriega interior, que me sacudía el alma, cambió de improviso y por completo. Todo vino abajo, todo se puso de otro color, y el mundo fué distinto a mis ojos.

Su falda apenas pasaba de la rodilla, dejando al descubierto unas medias bien repletas de carne transparentada por el fino tejido. Sobre su jersey de seda color salmón ostentaba un collar de enormes cuentas de falso ámbar. El pelo, cortado en forma de melena de paje, se ahuecaba bajo una graciosa boina de terciopelo.

Para colmo de aflicción, vió la buena señora por todas partes los objetos con que Celinina había alborozado sus últimos días; y como éstos eran los que preceden á Navidad, rodaban por el suelo pavos de barro con patas de alambre; un San José sin manos; un pesebre con el Niño Dios, semejante á una bolita de color de rosa; un Rey Mago montado en arrogante camello sin cabeza.

Era una mano fina, correcta, aristocrática, con graciosas y leves rayas azules; además, aún no estaba ajada, a juzgar por su color sonrosado y por la frescura e inocencia que se adivinaba en sus movimientos resueltos; la muñeca estaba aprisionada por un sencillo brazalete de oro; en los dedos brillaban algunas sortijas.

El general Patiño habló de una obra teatral recién estrenada con felicísimo éxito y le puso sus peros, basados principalmente en algunas escenas subidas de color. Mariana manifestó que de ningún modo iría a verla entonces. Todos convinieron en anatematizar la inmoralidad de que hoy hacen gala los autores. Se dijeron pestes del naturalismo.

Salvos ciertos resabios de estirpe, cualquier color, y aun forma de gobierno, le eran indiferentes; porque, después de todo, para él no presentaba la historia más que un rey digno de haberlo sido: don Fabila; y mientras el tiempo o las circunstancias no trajeran a reinar otro idéntico, y capaz, no sólo de luchar con el oso, sino de vencerle, no pensaba afiliarse en ningún bando.

Canoas poco más grandes que artesas iban tripuladas por muchachos desnudos, de color de chocolate, relucientes con el agua que se escurría de sus miembros.

Apenas si veía brillar confusamente sobre el tablado las labores de plata de los negros terciopelos, las armas de la Inquisición y del Rey bordadas sobre el morado dosel que exornaba los sitiales carmesíes, y, hacia el centro de la plaza, el oro del frontal color de sangre que prescribía la liturgia de aquel tremendo holocausto.