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Un ilustrado biógrafo del famoso médico Nicolas Monardes consigna los siguientes datos, juzgándolo como docto coleccionista de objetos de Historia natural: «Monardes reunió un museo de objetos naturales constituido por substancias medicinales procedentes de América, que aunque no numeroso, era sumamente notable por lo raro de los ejemplares que coleccionó, y sobre todo, por la novedad que entonces ofrecían unos objetos recién aparecidos en el horizonte científico y acogidos con el entusiasmo que se reciben las novedades que se presentan envueltas entre los esplendores de la grata esperanza de hallar en ellas remedios más eficaces y seguros para combatir las enfermedades que los hasta en aquel día conocidos.

La pasión del coleccionista en presencia de un ejemplar raro, el entusiasmo del cazador a la vista de una brava y corpulenta res no nos dan idea de esta formidable querencia del trapo en ciertas mujeres. A Rosalía se le iban los ojos tras la soberbia prenda, cuando el amable dependiente del comercio enseñaba un surtido de ellas, amontonándolas sobre el mostrador como si fueran sacos vacíos.

Digo que Isabelita, si alguna vez jugaba con muñecas, no tenía en esto gusto tan grande como en reunir y coleccionar y guardar cosillas. Tenía la manía coleccionista.

Su alma de coleccionista era capaz de los mayores heroísmos para evitarlo. Cada día aportaba una ola nueva de malas noticias. Los periódicos decían poco; el gobierno hablaba con un lenguaje obscuro, que sumía el ánimo en perplejidades.

La vajilla era mezclada, y entre el estaño y barro vidriado descollaba algún talavera legítimo, capaz de volver loco a un coleccionista, de los muchos que ahora se consagran a la arcana ciencia de los pucheros.

Supongo que éste no escapa a la ley común, y aunque proviene simplemente de la venta de un coleccionista célebre, cultivo piadosamente esta leyenda, cuya autenticidad tiene por suprema garantía mi propia autoridad reforzada con la del profano vendedor. La joven se puso a tocar un Lied de Mozart, y después cantó la romanza de Martini «Placer de amor».

Maximiliano discurrió que para realizar su deseo, necesitaba comprar otra hucha de barro exactamente igual a aquella y llenarla de cuartos para que sonara y pesara... Se estuvo riendo a solas un rato, pensando en el chasco que le iba a dar a su tía... ¡él, que no había cometido nunca una travesura...!, lo único que había hecho, años atrás, era robarle a su tía botones para coleccionarlos. ¡Instintos de coleccionista, que son variantes de la avaricia!

Aguilar y Cano, de quien hemos copiado los anteriores datos, nos facilita otros muy interesantes, que íntimamente se relacionan con el objeto que nos hemos propuesto en este artículo, dándonos á conocer el Catálogo de la pinacoteca que perteneció al Sr. marqués de Armuña, notable coleccionista de cuadros, vecino de la misma ciudad de Estepa, en que figuraban además de muchos asuntos religiosos, otros también numerosos de vistas de ciudades, paisajes, retratos, cacerías, bodegones, etc., cuya simple enumeración da á conocer el subido interés artístico de aquella galería, que juntamente con la de D. Adán, reuniéronse en D. Francisco Cecilio Centurión y Córdoba hijo y sucesor de D. Adan y nieto del de Armuña; la cual es probable pare hoy en poder del descendiente de aquel, Excmo.

Sellos masónicos. Marqués de Sabadell. Porque tenía la atención el coleccionista de apuntar siempre, junto al donativo, el nombre del donante. Apareció al fin la página 117... y el tío Frasquito miró a Jacobo estupefacto, y Jacobo al tío Frasquito horriblemente pálido.

Cierto, que, en nuestros días es muy corriente decorar y amueblar las casas con objetos antiguos, pero esto no se hace, generalmente, ni por el noble afan de salvarlos de la destrucción, ni de recrearse con su vista, ni por el cariño que siente el coleccionista, sino, en la mayor parte de los casos, por pueril vanidad, porque «es de moda y de buen tonocomo hoy se dice, ostentarlos en la propia morada, aunque á sus dueños ni se les alcance su significación ó importancia, ni menos puedan dar razón en caso de apuro, al ser interrogados respecto á las épocas á que correspondan, y por tanto, ni apreciar su mérito ó su rareza.